El berrinche de Piper Laurie


Paseaba uno el sábado por la calle de Goya y hacía calor.Luego en el paso de cebra de Alcalá se sintió la corriente y el frío.Ayer por la noche,ya en casa,descubrió que aquello era el Madrid,un clima del que no se puede uno quejar porque cuando se está a punto de hacerlo le sorprende y entonces se le olvida la queja.Aparece otra y el viento,o su ausencia,le vuelve a sorprender y se le vuelve a olvidar.Así sucedió el partido hasta alcanzar un empate que podía haber sido cualquier otra cosa.

Salieron los canasteros al Bernabéu como gigantes y cabezudos a ofrecer la Copa. Lucas Silva rezaba y el influjo de aquellos le hizo pensar a uno que lanzaría polvos de talco al aire, pero sólo se santiguó quizá porque todavía no es un rey como Lebron o como Cristiano, que retorna a moverse con la gracilidad de un Benjamin Button de mediana edad. Pasarán los años y a Ronaldo le regresarán las cejas de su juventud pre depilatoria mientras sus compañeros envejecen. Uno está viendo a un Bale anciano cuidando de un bebé Cristiano que duerme en su cuna al lado de una chimenea como la de los cuentos de Dylan Thomas.

Cristiano parece que se acaba de bajar del pesaje después de varios meses negándose el agua en los entrenamientos para no ganar quilos como el Toro Salvaje. Y corre. Y tira. Abusa. Uno piensa que hay que concedérselo como los camerinos negros de Madonna. ¿O eran blancos? El locutorio televisivo se muestra ajeno al huevo, el Alien que palpita en su capullo y que un día se les volverá a meter dentro. Se centran, casi se emocionan con las combinaciones del Villarreal que tiene en Marcelino a un pastor sin boina que debió de hacerse entrenador dibujando jugadas en la soledad de las montañas.

Pero el Madrid va a ganar. Lo sabe todo el mundo incluido Marcelino que había soñado el desenlace en el ojo de un halcón. Jugaba bien el Villa pero el Madrid daba unos resoplidos que hacían volar cualquier esquema como las servilletas en un picnic. Se vio a Kroos poniéndole la pelota a Benzema en la cabeza como si fuera un pétalo que se desprende de la flor. Bale remató con el parietal, casi con la sutura lambdoidea, un balón que se fue como se va la vida, la existencia esquiva que retrató Gay Talese cuando la jugadora china Liu Ying falló el penalti que le dio la victoria en el Mundial a Estados Unidos.

Eso sucedía pero Isco robaba de tacón gracias a unas caderas turbadoras: “¡I’m a single lady!” le decía el malagueño a Gio. Aqua de Gio. Lucas Silva quiere ser rey y se le nota en la mirada. Tiene una misión y por esa chutaba desde Brasil, como Cristiano desde Portugal. Eso es fútbol, también. Varane es un soldado aplicado, sube a rematar por alto y después baja como si le fueran a aplicar un código rojo. Hay marcialidad en su carrera, como si al volver a su posición fuera repitiendo: "¡A mi novia llevaba cada día en automóvil...! Había marcialidad en todo el Madrid que sin embargo a veces parece dejar las victorias a la inercia. Esto se aprecia en los detalles de genio despistado de Karim y en los ensayos de Gareth, un mustang suelto en la pradera.

Se vio una imagen de Del Bosque y Toni Grande en la oscuridad del palco. Parecían dos éforos en su monte sobornados por Jerjes, justo antes de que Bailly derribara a Cristiano en el área como si le hubiera estado agarrando mientras sonaba el ‘Do You Love me’ en las habitaciones de empleados del hotel de los Kellerman. Uno a cero y comienza a subir la temperatura. La presión de Bale ofuscaba al Villa (los Village People por la alegría) igual que si oyera cascos de caballos a su alrededor, pero nadie se dio cuenta de que había una pata sin herrar.

No se veía ningún brillo y la noche se volvía gris como las gotas de lluvia sobre los tablones del ataúd de la nana. Todo esto lo observaba Bayard desde Jefferson pero allí era el Bernabéu y quedaba mucho para que a este cuento lo titulasen ‘Los Invictos’. De pronto a los de Castellón, como si fueran yanquis descubriendo el engaño de los Sartoris, les salió una jugada perfecta y Casillas cayó desplomado de un disparo. Marcelino vio entonces otro destino diferente a través del ojo del halcón, mientras Carlo decía sin decir, y sin chicles, que había que darse prisa, o lo que es lo mismo: Jesé y Chicharito, que en situaciones similares bien se merecen más de veinte y diez minutos, respectivamente. Marcelo tomó el mando convertido en el lanzador de las cargas, casi la única señal de sentido común, e Isco era un pescado atrapado en la red de sus florituras cuya chispa se la había quitado Vietto como Biff le robaba el almanaque a Marty.

Salió al campo Illarra y se marchó el de Benalmádena en una decisión que a uno, no sabe por qué, le animó a mantener la esperanza en el hombre. El público se hizo cruces, se movilizó hacia la casa de Pilatos, y ya no fue el piperío sino tan sólo Piper (Laurie) encandilada por su Alteza, el Ladrón. Lo del Bernabéu con Isco, y mira que es bueno este Tony Curtis, ya es un amorío escandaloso más propio de la Súper Pop.

El Madrid dominaba, como todo el partido, pero todos los remates de Cristiano fueron pasando a treinta centímetros del larguero (a un metro los de Benzema y a veinte los de Bale) y cuando era capaz de ajustarlos se encontraba con Asenjo que tuvo las casi dos horas cara de mártir y al final fue un héroe. Iba a llegar el gol pero fue Jesé quien lo negó definitivamente para firmarlo ante notario con un fallo con mucho flow. Sólo faltaba un susto más de Viettisco  y el honroso empuje de Marcelo, el mejor, quien con el pitido final se hincó de rodillas plantando su melena en la yerba como si fuera un caniche juguetón.

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