Regreso al pasado


Si aplicásemos la teoría de la relatividad al partido del martes,podríamos decir que los 90 minutos que creímos vivir,supusieron realmente 5 dolorosos años de viaje al pasado,fantasmas a los pies de la cama y armarios con puertas abiertas por temor a que dentro habitase el coco.La eliminatoria contra el Schalke 04,el mismo equipo al que el amiguismo deportivo patrio y gran parte de la propia afición madridista infravaloraron hasta la náusea hace justo un año (todo sea por restar méritos a la Champions más meritoria jamás realizada por equipo alguno),evidenció los terribles males y la extrañísima situación que vive el equipo blanco en un 2015 que,a pesar de la tendencia al milagro casi altanero que siempre caracterizó al Madrid,ha puesto de manifiesto vicios y errores que debieron ser sepultados hace una década y que parecían muertos y enterrados,que no olvidados.

Las razones que puedan explicar la situación actual no son fáciles de discernir, en absoluto. La fiesta de cumpleaños de Ronaldo y la cena de conjura posterior, más allá de evidenciar un indudable mal gusto musical y una cuestionable puesta en escena por parte de los jugadores, no es motivo para justificar más de tres meses en los que el equipo no se reconoce frente al espejo; sí parece apuntar, no obstante, a la temida autogestión del vestuario que a menudo se vende como buen ambiente en el mismo, y casi siempre supone el hecho de que los jugadores piensen y actúen de la manera que les dicta su zona genital. En este contexto, Ancelotti aparece como un personaje sobre el que se plantean mil dudas, propias y ajenas: ni está siendo capaz de imponer su sello personal al equipo, como hizo hasta diciembre, ni de adaptar su fútbol al pésimo momento físico y espiritual que atraviesan sus jugadores, como bien demostró poder hacer en aquella fastuosa ópera de Wagner que supuso la última visita a Munich. En consecuencia, el equipo se encuentra sumido en un mar de lentitud, desorden y tediosidad, como suele pasar cada vez que las piernas, la cabeza y las circunstancias no responden a lo que dicta el corazón. La comedia romántica de este Madrid se encuentra ahora mismo en su nudo intermedio, esperando al desenlace final: si el corazón nos dice que aún hay tiempo para el idealismo bobalicón de Meg Ryan y Tom Hanks, la cabeza nos previene para la descorazonadora realidad de Persiguiendo a Amy o la puñalada optimista de 500 Días Juntos. Lo único claro a estas alturas es que el amor duele, en cualquiera de sus formas.

Lógicamente, si el equipo como conjunto y el entrenador como responsable fallan desde la base, el rendimiento individual de los jugadores se ha visto tremendamente afectado. La BBC es el máximo paradigma de ello: Cristiano sigue manteniendo su orgullo y capacidad rematadora de manera casi intacta, aunque privado de su superlativa superioridad física de otros tiempos y viviendo en un estado de permanente ansiedad que recuerda al jugador de su primer año, lleva varios meses en los que es incapaz de generar en maneras distintas al gol. El caso de Bale es justo lo contrario. Capaz de desequilibrar en casi cualquier circunstancia, la cárcel que supone para él partir desde una banda derecha que castra gran parte de sus virtudes y la evidente pérdida de confianza en su tiro que le causan la tremenda campaña en su contra ideada desde los sospechosos habituales que siempre son Prisa, Deportes Cuatro y sus fieles compinches que acuden religiosamente al Bernabéu prestos a pitar borregamente a la víctima propiciatoria dictada desde las más altas esferas de la central lechera, le han convertido en un jugador menor. Benzema probablemente sea el atacante que más cómodo se sienta en las actuales circunstancias, pero sigue despertando dudas como posible líder de un equipo en horas bajas, que no como complemento de lujo. Por detrás, Kroos se encuentra totalmente superado por las circunstancias y el efecto Isco parece apagarse, como es lógico. Tiempo de Modric y James. Tiempo de reflexionar, pero también de creer.

Mención aparte, para variar, merece el asunto Casillas. Dejando de lado la ya conocida  y ponzoñosa influencia de su interesado entorno sobre la vida social del club, y amparado una vez más por Florentino en su última rueda de prensa, habría que preguntarse las inconcebibles razones por las cuales una entidad de casi 600 millones de euros de presupuesto sigue dejando gran parte de sus aspiraciones en manos de un jugador que viene de protagonizar un error sonrojante en la final de Champions, el mayor ridículo individual jamás visto en la historia de los Mundiales y una eliminatoria en la que falla estrepitosamente en 3 de los 4 goles que recibe su equipo. Quizá sea momento para que el presidente recuerde aquello de he malcriado a los jugadores, a pesar de que para él, inexplicablemente, Íker sea el que mejor se ha portado en esta historia. Por esto, y por alguna cosa más, bien haría Florentino en regresar al pasado.

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