No, no trates de entenderme


Te voy a contar un sentimiento que se que no entenderás, salvo que tengas la suerte de haber nacido MADRIDISTA.

Son la 1:35 del primer sábado después de la Undécima y no puedo dormir. Hace justo una semana, tampoco podía. Hace siete días era porque estaba nervioso, hoy es porque estoy melancólico ya que lo del sábado pasado, pasó. No, no trates de entenderme.

Me planté en Madrid para ver la Final por televisión y la gente me llamaba loco. Los chicos de Meritocracia tuvieron la feliz idea de hacer su Fan Zone particular en c/ Lagasca y aquel era mi sitio, junto con casi cien personas más (gracias Juan), a 500 kilómetros y viajando solo. No, no trates de entenderme.

La Copa de Europa es la ilusión por la que el MADRIDISMO vive, sin ella esto no tiene sentido. Con ese sentimiento nos reencontramos gentes de todas partes de España, porque el Madrid es España, con una alegría inmensa por volvernos a ver y una ilusión aún mayor por salvar a la chica guapa de las manos de unos indios y una prensa que la querían secuestrar y, de paso, quemarnos el fuerte. Y sí, hicimos cientos de kilómetros para verlo por televisión. No, no trates de entenderme.

Ver una Final entre los tuyos no tiene precio, sentir que vuelves a tener veinte años y que estás tocando el cielo, tampoco. Hemos cambiado de amigos, de parejas, de gustos, pero nunca podremos cambiar este enamoramiento que sentimos por nuestro Madrid. Con mil tiros dados y recibidos, pensando que ya no te tomas la vida igual, me sorprendí a mi mismo de cómo los sentimientos me abrumaron antes del partido, me fue imposible no pensar en alguien que ya no puede verlo,  pero ahí llegaba un Madridista para decir: “Eh, aquí tienes mi hombro”. Somos una familia, está claro. Si no lo sientes, no trates de entenderme.

El partido fue tenso, incierto en algunos momentos, pero era imposible no ganar. Está escrito que el bueno tiene que vencer y que es una afrenta a Dios ver al Mono Burgos levantar una Copa de Europa. Por eso el Real Madrid, cuando saltó al campo y vio la Copa, le dijo aquello de “que hace una chica como tu en un sitio como este” y la tranquilizó, haciéndole saber que la llevaría a casa con sus hermanas. Y sí, se llevó a la chica guapa, salvándola de los indios porque la historia de amor entre el Real Madrid y esa Copa continuará para siempre. Lo se, no puedes entenderlo.

La alegría por ser Emperadores de Europa (lo de Reyes se queda corto ya), de acabar con Toro Sentado y sus cuernos, con Valdano y otros tantos que se van aliando con cada rival que se nos pone delante, explotó con tras los penaltis del canterano Juanfran y Cristiano. La tensión del inicio se convirtió en una felicidad y una plenitud como hacía años que, personalmente, no sentía. Fui a Madrid con la idea de que fuese Evasión y Victoria, son “o” de por medio, y así fue, el Real Madrid volvió a sacar lo mejor de todos nosotros y nos hizo felices, olvidando por un rato la vida que transcurre entre un partido y otro. No, no trates de entenderme.

Si estábamos unidos viendo el partido, como uno solo, más aún cuando lo celebramos; éramos una unidad militar de Esparta, cantando, saltando, cortando el tráfico, tomando Madrid y enseñando a los indios quien manda en la capital y que va a seguir y va a seguir la dictadura del Madrid. No, no trates de entenderlo si no lo sientes. 

Pero el MADRIDISMO espartano quiere más porque esa es nuestra esencia: GANAR. En Cibeles, justo al acabar, ya se hablaba de la Duodécima y es por lo que antes he mencionado, es una historia de amor que no acabará nunca, igual que nunca acabará la ilusión de los que allí nos reunimos, tras recorrer cientos de kilómetros, para ver el partido por televisión. Y no, no te pido que me entiendas, no te pido que comprendas que una parte de mi sigue en Cibeles, que no he vuelto del todo, que siempre estaré ya en Madrid. Si no eres de los nuestros es imposible.

PD: Papá, ya tenemos la Undécima.

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