Mes de mayo. Uno de los meses más bonitos del año, que duda cabe. Mes que nos brinda la oportunidad tanto de disfrutar de un clima soleado y alegre, como la de 'luchar' contra uno imprevisible como él solo. A propósito, también es época del festejo de una de las ceremonias religiosas con más impacto en nuestro país. Sí, la tradicional Eucaristía; la Primera Comunión. En ellas, y por regla general, somos partícipes del sermón del cura (bendito sermón) y acto seguido cómplices del acribillamiento de fotografías al protagonista. Por regla general, insisto. Claro que siempre hay excepciones; en la que me instalo. Tras todo esto, nos acercamos irremediablemente a la hora de comer y asistimos al ágape, rodeados de familiares y de tipos a los que vemos tres veces contadas al año. En el convite, independientemente del amplio abanico de temas sociológicos a los que poder echar mano, escogemos con ansía (yo el primero) el fútbol. Y es aquí dónde quiero desahogarme. El pasado sábado, viví una situación la cual estoy seguro que tú mismo, querido lector, has pasado o pasarás por ella. En pleno debate futbolístico, a raíz de mis posturas y simpatías futbolísticas, descubrieron la pasta madridista de la que estoy y estamos hecha. Una pasta madridista de verdad, y que por tanto, es mourinhista. Digo descubrir simplemente porque mis contrincantes dialécticos, por suerte o por desgracia, me ven dos veces al año; como mencioné anteriormente. Volviendo al plano futbolístico, el hecho de ser mourinhista, te implica desde el minuto 0 a defender tus ideas y posturas desde un ostracismo oscuro y vacío. Este aislamiento se produce gracias al triunvirato que forman colchoneros, culés y 'madridistas' en contra del odio tan salvaje que focalizan hacia la figura de "The Special One" alegando que se cargó a Íker y que, por idiosincrasia, es un ser prepotente y maleducado. Lo sé, suena hilarante. Lo realmente triste es que, con el afán de coadyuvar con la causa antimourinhista, un amplio sector del madridismo se prefiere aunar con colchoneros y barcelonistas, riendoles las gracias, antes que alentar a uno de los tuyos. Es una realidad. Nuestro bando siempre sufrirá, y más en este tipo de situaciones, una antipatía injustificada, una inquina y una aversión de dimensiones bíblicas porque hemos sido, somos y seremos los malos. ¿¡y qué importa?! No nos engañemos, este ostracismo nos hace más fuertes. Nos ayuda a manifestar nuestras posturas sin ningún tipo de complejo y con todo el orgullo del mundo. Porque, como bien dijo nuestro cap17án: "No se debe confundir la verdad con la opinión de la mayoría". Esa es la cuestión. Cuando te tilden de "mourinhista" tras hacer un feo gesto, defiende tu postura con uñas y dientes; sea el mes de mayo, en plena Comunión, o estés de Luna de Mikel en Nueva York.
Será en ese momento cuando todo se convertirá en irrelevante. Absolutamente todo.
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