Más allá de la opinión...


¡¡Florentino dimisión y mi polla es la mejor!! Así se podría resumir el criterio madridista; objetividad y dejar a un lado los medios (en redes sociales y prensa oficial) pasaron a mejor vida, vanagloriándonos de ello.

Intentaré explicarme, aunque en el reino de los ciegos… el tuerto es el rey.

Juega el Madrid: 

A ver si perdemos y echan al gordo e inepto del entrenador.

No nos pitan un claro penalti:

¡Qué llorones aquellos que se quejan del árbitro!.

Declaraciones del capitán:

Yo ya no le escucho, no tiene ni una neurona.

¿No os recuerda nada de esto, al comportamiento de un capitán defenestrado por su falta de apoyo e implicación con el equipo? ¡¡Eureka!! Esa es la herencia que ha dejado, y no solo en el vestuario, también en la grada.

Da igual que perdamos puntos, partidos o se pisoteé el escudo si eso supone que echen al entrenador que no nos gusta (¡qué casualidad que sea el que critica la prensa...! Hay cosas que no cambiarán nunca).

¿Llorar? ¿En serio? ¿Tanto se quiere quedar por encima del resto que un claro penalti no puede ser reclamado? Poneros en fila que os doy la misma patada que a Bale, a ver quién es el machote que no llora. Y más aún, cuando después de la patada se os dice que vuestra pareja es infiel (doble golpe, como el que se sintió en Mestalla cuando aún con el galés en el suelo, se pitó el penalti al Valencia).

Sí, todos conocemos a Canelita, pero lamento comunicaros que ayer tenía razón. Podéis lanzarme todos los puñales que queráis, es de primero de fútbol, que con 10 en el campo, la intensidad no es la misma, las contras son más fáciles para el equipo contrario, y el partido tiene más probabilidades de ser un  correcalles. Eso no tiene nada que ver con declaraciones anteriores, ni falta de intensidad en otros partidos. Hablo, única y exclusivamente de las declaraciones —la mayoría manipuladas, dejando palabras que cambian el sentido de la frase, en el tintero— de Canelita.

Si en Julio nos dicen que vamos a empatar en Mestalla, con 10 sobre el campo, con penalti en contra y uno no pitado treinta segundos antes, las opiniones no serían las del domingo. Pero el criterio se perdió en un punto entre los seis goles al Espanyol, las críticas de la prensa —esa que nadie lee, por supuesto—, y unas tácticas controvertidas del míster, no entendidas por nuestras expectativas hechas bajo el sol del verano, con el equipo.

Nos quejamos de falta de intensidad, de amor propio, pero queremos ambas como nos parece bien a cada uno… y este cada uno, implica una intensidad y amor propio con infinitas posibilidades; que Isco hace una entrada fea, ante la desesperación de una derrota contra el equipo del país pequeñito, se ovaciona por los mismos que frente al Valencia aniquilaron a Mateo. ¿Explicación? No es lo mismo, por resultado, por rival, por estadio… Bla, bla, bla. La intensidad y amor propio sale a borbotones en ocasiones, sin control. Creedme cuando os digo, que si soy yo la que está en el campo… hubiera hecho muchas más faltas como la del croata. La desesperación que despierta a veces el amor propio, no siempre puede controlarse, como reclaman muchos calmados y apacibles aficionados blancos.

Tuvimos de nuevo, lagunas, faltas de intensidad y, para no salir de la rutina, en esas lagunas y faltas de intensidad, nos metieron dos goles que no les hubieran metido a rivales directos; no olvidemos que los penaltis no se pitan a todos, y qué decir de las expulsiones que te obligan a defender con diez. ¿Qué nuestra defensa hace aguas con once igual que con diez? Sin duda, pero una cosa no quita la otra.

¿Qué muchos madridistas reiteran que no podemos poner nuestra mirada en Barça o Atlético y solo debemos mirar a nuestro equipo? Pues les diré, que aún sin quitarles razón: señalar nuestros defectos, no eliminan ni disminuyen los de los demás.

¿Que la dimisión de FP arreglará todos nuestros males? Pues decidme el número de la lotería, con tantos que saben que ocurrirá cuando se toma una decisión u otra (abstenerse votantes de Podemos, por favor).

Sé que no vende defender de manera incondicional, y que mucho menos se sabe hacer sin señalar con el dedo. Que tener un criterio propio y no de veleta, no debe ser tan divertido como creo (igual la aburrida soy yo…); pero me da igual. No quiero barcos, ni carretas, ni aplausos; solo una afición que defienda un escudo, que olvide quién lo vista y solo recuerde qué significa. 

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