Crónica de una derrota anunciada


Me tocaba conducir. En realidad me toca siempre. Es como una especie de pacto no escrito que me obliga igualmente a sacar la basura o a colgar los cuadros de la casa. Y no me había quejado hasta ayer, pero claro, yo conduzco y ella hace las maletas, así que salimos tarde y me perdí la mayor parte del partido. A la altura de Medinaceli me empecé a cabrear y más lo hice cuando ella apostilló que «mejor que no hubiera visto el partido porque íbamos perdiendo…».

El caso es que yo ya sabía que íbamos a perder. Bueno, lo imaginaba, porque mi alma de supporter siempre guarda un resquicio de esperanza incluso en las situaciones más adversas. Ya siendo niño, mi entrenador de baloncesto me sacaba a la cancha cuando íbamos perdiendo de 20 (lo de “por 20”, aunque correcto me suena rarísimo; total, la RAE ya admite «almóndiga», así que supongo que podré decir «de 20» sin que se ofenda nadie, ¿no?). Lo hacía porque sabía que yo siempre confiaba en remontar y les contagiaba mi optimismo enfermizo a mis compañeros. Aunque también lo hacía porque eran los minutos de la basura y así mataba dos pájaros de un tiro: premiaba mi ilusión y, a veces, también sonaba la flauta. Algo así quería hacer yo al ver el partido, del que sólo disfruté (¡?) apenas el último cuarto.

Desconfiaba de este Real Madrid, a pesar de la mejoría obvia y esperada del equipo, que, tras obtener un mejor tono físico, ha dejado de pasar apuros con adversarios asequibles. Pero es que el Barça no lo es. Nuestro sempiterno rival es carne de Final Four, si el grupo de la muerte no lo impide. Ha cambiado muchísimas piezas, pero ha mejorado aquellos aspectos que le hicieron vulnerable el año pasado. Tomic sigue siendo referencia en ataque, pero mucho menos que antes. Y, a pesar de la ausencia ayer de Arroyo, en la dirección del equipo se vislumbra más dinamismo que antaño. Nosotros, en cambio, hemos salido perdiendo con el cambio de fichas: “masacre”, se te echa de menos. Nadie en este Real Madrid tiene la polivalencia y espíritu defensivo que exhibía el americano. Nuestros pivots están “diseñados” por el gusto que tiene Laso para este puesto y sufrimos lo indecible cuando Ayón no tiene un buen día. De hecho, él tiene gran parte de culpa de la mejoría sufrida en los últimos partidos, pero ayer no fue su día. Thomkins y, sobre todo, Willy Hernangómez son blanditos en defensa y se dejan comer la tostada en la zona. Allí donde Slaughter mostraba colmillo retorcido, nuestros dos pivots revelan bisoñez y carencias. Si bien es cierto que se encuentran ambos en etapa de adaptación, se echa en falta un especialista que bien podría haber sido Augusto Lima. Un jugador más acostumbrado a fajarse con los kilos y centímetros de jugadores tan excelsos como los pivots blaugranas.

En cualquier caso, a pesar de este análisis en el que no hago gala del optimismo que me precedía en mi infancia, sigo confiando en que Laso tenga guardado algún as debajo de la manga y pueda sorprender a su némesis / “archienemigo”, Xavi Pascual, con algún tipo de estrategia defensiva que permita paliar los defectos en la formación de la plantilla. ¿Tal vez la garra y el carácter del Chapu ayude cuando esté al 100%…? ¿Tal vez la competitividad y mala leche de Taylor resulte clave en otros encuentros…?.

En definitiva, dos cosas claras debemos concluir de lo que expongo en estas líneas: es muy probable que sufriremos más de lo que acostumbrábamos el año pasado ante equipos más físicos que el nuestro; es casi seguro que la próxima vez haré yo las maletas.

Like This Post? Please share!

  • Share to Facebook
  • Share to Twitter
  • Share to Google+
  • Share to Stumble Upon
  • Share to Evernote
  • Share to Blogger
  • Share to Email
  • Share to Yahoo Messenger
  • More...

No hay comentarios :

Leave a Reply

Scroll to top
Solicitamos su permiso para obtener datos estadísticos de su navegación en esta web, en cumplimiento del Real Decreto-ley 13/2012. Si continúa navegando consideramos que acepta el uso de cookies. OK | Más información