Lo que el viento se llevó


Tal y como se venía barruntando desde el pasado mes de diciembre, se consumó la desgracia y este vestuario, plagado de egos desmedidos e indolencia sin fin, se ha cobrado una nueva víctima, en la figura de Rafael Benítez, uno de los entrenadores más injustamente tratados de los últimos años por y en el Madridismo.

Estaba cantado que este equipo le ha hecho una cama con dosel, de esas King Size XXL de hotel de 5 estrellas, y no ha parado hasta lograr su propósito de que la cuerda, una vez más, se rompiese por el lado más débil, que es el entrenador.

Cuestionado por la prensa y por parte de la afición desde el mismo momento en que se anunció su nombre, de nada le ha servido su intento por introducir la Meritocracia en ese vestuario podrido hasta el tuétano, consentido por la Presidencia y con Ramos (y algún elemento más) como capo di tutti capi.

Una campaña feroz sin precedentes


De nada le ha servido a Benítez un comienzo de temporada más o menos brillante, en el que el Madrid llegó a liderar la competición, mostrando una solidez defensiva inusitada en los últimos años. 

Como que el portero, por vez primera prácticamente desde 2012, tuviese un papel destacado. Aunque eso también se le echó en cara, olvidando precisamente que la portería fue un puesto clave en el que veníamos fallando desde hacía tres temporadas por lo menos.

Desde el primer momento, su juego se cuestionó y se hizo de la fortaleza en defensa una auténtica cuestión de Estado, en la que se empezó a exigir no sólo que el Madrid ganase sino también apabullase como si de los Globettroters del fútbol se tratase y olvidando que al club estaba siendo azotado por una de las peores plagas de lesiones que se recuerdan.

Cada rueda de prensa ha sido una auténtica ejecución sumaria por los mismos que ahora niegan la existencia de una campaña feroz contra él. Una campaña miserable que se ha llevado no sólo a nivel deportivo, diciendo que no tenía nivel para entrenar a este equipo, que no tenía feeling con las estrellas, que sólo quería tuercebotas en sus equipos. 

Es que esa campaña se ha trasladado incluso a la esfera personal, traducida en insultos y descalificaciones a su aspecto físico. Desde “gordo” a decir que en su cuaderno se apuntaba la lista de la compra y en concreto, la cantidad de mortadela que iba a comprar para comérsela después del partido, la prensa (que ahora mira para otro lado) se reía constantemente de Benítez. 

Insultos, mofa y escarnio que, aunque ahora muchos pretendan escurrir el bulto y endosarle a otros (especialmente al club) ese paquete, lo cierto es que salieron en su gran mayoría de las tribunas de prensa y las tertulias, generalmente pobladas por antimadridistas, que no podían soportar que el Real Madrid levantase la cabeza y viviese un período de calma mínimamente decente. 

Esta campaña, atizada desde la prensa, se trasladó de inmediato a las gradas, donde moran esos “madridistas” (con minúsculas y con todas las comillas del mundo) que estaban descontentos con Benítez y no perdían la ocasión de pitarle, mientras repetían como loros los mantras trasladados desde los medios de comunicación.

Esas gradas pobladas por un buen puñado de  “nostálgicos”, que añoraban ahora a Carletto al Pacificador, olvidando que con el italiano el Madrid cumplió una segunda vuelta de la Liga 2014/2015 absolutamente infame, incluso peor que lo vivido en los cuatro meses de Benítez.

Porque hay que recordar que, los mismos que le echan en cara a Benítez que con él no se ha ganado a ninguno de los equipos “top” de la Liga (ojo, en una sola vuelta y no en dos como Ancelotti), ahora obvian que los números del italiano frente a esos mismos equipos son muy similares. 

De hecho, en la temporada 2014/2015 con Ancelotti se lograron apenas 4 sobre 18 puntos posibles contra Barça, Atlético de Madrid y Valencia y, repito, en dos vueltas. 

Por no hablar del bagaje del Real Madrid del primer año de Ancelotti, en el que no se pudo ganar al Atlético de Madrid nada más que una vez en siete enfrentamientos y se perdió contra el Barcelona tanto en la ida como en la vuelta en Liga, O que contra el Valencia en casa, junto a aquellos bochornos vividos en Vigo y Valladolid, tiramos un campeonato que teníamos en el bolsillo.

Benítez: Una “víctima” y no un “verdugo”

No quiero decir en ningún caso que Rafa Benítez hiciese todo bien y que no cometiese errores. Más bien todo lo contrario. Benítez cometió un error y principalmente de bulto, pero no por lo que hizo sino especialmente por lo que dejó de hacer.

En concreto, a Benítez le faltó ser él mismo y tal vez por ello acabó siendo engullido por el marasmo de la grada, la prensa y los jugadores. Un engrudo que le impidió dar ese puñetazo tan necesario encima de la mesa y mandar al banquillo (o incluso al graderío) a más de una y dos “vacas sagradas”, que acaban siempre jugando por decreto, aun cuando sus estados de forma han sido más que mejorables.

Como también le faltó ser él mismo en partidos clave como contra el París Saint Germain en el Bernabéu o sobre todo contra el Barcelona, cuando sacó el once que la prensa quería y que, aunque es muy aventurado decirlo a priori, no parecía al menos el que él deseaba.

Sin embargo, y analizándolo con frialdad y no como solemos hacer tanto prensa como aficionados, es decir, a posteriori y a la luz del resultado, hay pocas pegas que se le puedan poner a sus alineaciones. En mi modesta opinión, Benítez sacó los mejores once iniciales posibles –habida cuenta la plaga de lesiones y sanciones sufridas- y se llegó a desplegar, en instantes puntuales eso sí, buen juego en algunos partidos. 

Es más, honestamente pienso que Rafa Benítez no es culpable en absoluto del hecho que jugadores como Cristiano Ronaldo, Benzema o Bale fallasen más que las escopetas de una feria en partidos como el del Sporting de Gijón, Málaga, PSG o Atlético de Madrid, además de una serie de arbitrajes escandalosos en contra. 


Como que de la actitud miserable, apática e indolente del equipo contra el Sevilla, Barça o Villarreal o de los errores infantiles de la defensa el pasado domingo contra el Valencia en Mestalla o contra el Rayo o el Granada en Madrid, que nos costaron goles, en algunos casos decisivos, tampoco.


Ahora bien, el fiasco vivido especialmente en el Clásico, aunque ya apuntada en el partido contra el Sevilla en Nervión, supuso el punto de inflexión para Benítez en su relación con la plantilla. 

Pero también, y de forma muy especial, en su relación con la Presidencia, contra la que, curiosamente, se volvió la grada (y no contra el entrenador) con pañuelos y una “ostentórea” pitada tanto al final del Madrid-Barça como durante el partido contra el Rayo Vallecano.

Quizás por ese motivo, y acuciado por la presión de grada, jugadores y prensa, Florentino Pérez –quien no tuvo empacho en defender a Benítez públicamente hace menos de un mes– optó por entregarles la cabeza de Benítez, de la misma forma que Salomé entregó a Herodes la cabeza de Juan el Bautista.

El problema para Pérez es que ya no le quedan más balas en la recámara y, con la marcha de Benítez y la llegada de Zidane, se le acaban los parapetos. 

La gente, a pesar de que muchos no comulgaban con el entrenador madrileño, ha visto por fin, que tres años después de la marcha de José Mourinho (al que culpaban de todos los males), el problema a lo mejor no estaba sólo en el banquillo sino en el vestuario , cada vez más acomodado y caprichoso. Y lo que es peor, consentido. Y el culpable de esa actitud tiene nombre y apellidos y se llama Florentino Pérez, por darle el mando en plaza y el destino del club a los jugadores.

Un perfil indeseado para la plantilla


El perfil de Benítez, un “enfermo” del fútbol, gran estratega, meticuloso y escrupuloso hasta el extremo con todo lo que rodea al equipo, evidentemente era un perfil no deseado para la plantilla, más acostumbrado al “dejar hacer, dejar pasar” de Carletto el Pacificador. 

Quizás por eso, pocos o muy pocos de esa plantilla, malacostumbrada desde arriba y desde abajo y soportada por las gradas, cada vez más repleta de fans de tal o cual jugador en vez de simpatizantes de un escudo y de una camiseta, podían ver a Benítez. 

En este sentido, Radio Marca –con las reservas que esta fuente debería suponer para cualquier madridista de bien– publicó unas declaraciones de Antonio González, ayudante del propio Benítez y que, de ser verdad, deberían suponer un verdadero tsunami en ese vestuario y la salida, más pronto que tarde, de unos cuantos.  

“Los jugadores no hacían caso al entrenador, pero no de ahora sino desde la primera jornada de Liga cuando empatamos 0-0 frente al Sporting. Mientras Rafa hablaba y daba indicaciones en el vestuario, algunos jugadores miraban hacia abajo, se tocaban con el codo y se reían…algo que JAMÁS había visto”.

Unas frases tan indignantes como demoledoras, que representan la verdadera catadura no ya profesional (impropia de una institución que es casi de por sí una multinacional) sino personal de un hatajo de niñatos consentidos y malcriados por la Presidencia y por un entrenador como Ancelotti, al que los propios jugadores no dudaron en poner por las nubes como ejemplo de gestión de vestuarios.

Una sentencia casi al nivel del esperpéntico y repugnante ultimátum a la Presidencia lanzado por medio de sus capitanes al club, con aquel ya histórico “Presi, en junio o él o nosotros” y al que, sorprendentemente claudicó Florentino Pérez, en lo que supuso el principio del fin. Con ellos y no con Kevin Roldán, empezó todo realmente…

Y es que Carletto, al que ahora se vende como un entrañable y simpático entrenador al que el Real Madrid trajo con el fin de aplacar las iras de un equipo en llamas, es mucho más –y no siempre mejor– que lo que ahora nos cuentan, en una visión ciertamente distorsionada de la historia.

De hecho, muchos de sus ahora máximos defensores en los medios como Manolo Lama, Paco García Caridad y demás “hermanos mártires”, olvidan que en su primer año le tacharon de “loco”, “descerebrado” o “pirómano” (cito textualmente), tan sólo por tener la osadía de mantener en el banquillo a su topo particular, Iker Casillas, y apostaron firmemente por su defenestración al acabar la temporada 2013/2014.

Recordemos que a Ancelotti se le trajo, entre otros motivos, para traer paz y sosiego a un vestuario que se había enfrentado con su predecesor en el cargo. El delito de lesa patria, ser acusado por la plantilla, entre otros “graves” motivos, de mandar al banquillo a una leyenda (en declive) como Casillas, de mandar a la grada a Pepe por una infame temporada (especialmente tras aquel desgraciado partido de Dortmund) y de hacer correr a Cristiano y exigirle que bajase a defender un córner durante un encuentro.

Sin embargo, la gente ahora parece olvidar que esa plantilla, especialmente la defensa y el portero, han venido siendo los mismos que, desgraciadamente, han estado presentes en todos y cada uno de los ridículos más sonados y bochornosos protagonizados por el Real Madrid en los últimos 10-12 años. 

Sin ánimo de ser exhaustivos, que diría César Vidal, gente como Ramos, Marcelo, Casillas o Pepe e incluso Cristiano Ronaldo (aunque éste no en todos) salieron las fotos de aquellos deplorables 2-6 contra el Barça en el Bernabéu, el 5-0 en el Nou Camp, el Alcorconazo, las eliminaciones en octavos contra Roma, Arsenal u Olympique de Lyon. O más recientemente,  el 4-0 contra el Atleti, el 3-4 contra el Schalke 04, el 4-1 contra el Borussia Dortmund, las semifinales contra la Juventus y el 0-4, de nuevo ante el Barça en el Bernabéu.

Los mismos jugadores prácticamente y, al menos, cinco entrenadores distintos (Juande Ramos, Pellegrini, José Mourinho, Carlo Ancelotti y Rafael Benítez). Sin embargo, con todos ellos se han perdido Ligas, arrojadas por el sumidero por una lamentable actitud, por un equipo sin hambre, sin ambición y al que, tristemente, lo peor que le pudo haber pasado fueron los triunfos de 2014.

Parece un contrasentido pero aquella ansiada Décima, unida a la Copa del Rey, la Supercopa de Europa (un título menor, equiparable a un torneo veraniego) y sobre todo al Mundialito de Clubes, terminó de hundir a esta plantilla en la autocomplacencia. En creerse los mejores, en pensar que ya no tenían necesidad de más y que habían tocado el cielo. 

Aquella chulería, esa prepotencia tuvo su plasmación más lamentable en aquella infame imagen de Cristiano Ronaldo sacudiéndose la escarapela de Campeón del Mundo mientras se retiraba a los vestuarios, tras su expulsión en Los Cármenes. El fiel reflejo de la inmundicia moral y la falsa superioridad que había terminado de infectar ese vestuario.


Los verdaderos culpables


Para acabar con la tiranía del vestuario, especialmente reforzado por el hecho de que la indignidad de echarse en brazos de los jugadores, lejos de ser una solución había acabado siendo un problema (la ausencia de títulos lo demostró una vez más), la salida de Ancelotti se antojaba imprescindible, casi tanto como la llegada de aire fresco.

En este sentido he de reconocer que Florentino Pérez me ha engañado vilmente y como a un chino cantonés. La llegada de Benítez, entrenador conocido por su carácter, hizo albergar las esperanzas de que volvería la Meritocracia al club y, aunque no estaba en mis preferencias, lo cierto es que tras la pretemporada y viendo el aspecto del equipo, me empezó a enganchar.

Pero desgraciadamente las actuaciones de Pérez en paralelo al inicio de la pretemporada, me defraudaron profundamente. En primer lugar, por la bochornosa salida de Casillas, no tanto por el hecho de su marcha, que aplaudí y celebré casi tanto o más que un título sino por la famosa rueda de prensa en soledad del portero y la consiguiente despedida, impulsada artificialmente por el propio club a pesar del infame comportamiento de Casillas para con el club y con el propio Pérez.

Pero lo más grave y deleznable fue la rendición del club, con armas y bagajes, del club ante el órdago de Ramos, que chantajeó de forma miserable al Real Madrid forzando una renovación tan injusta como inexplicable. 

Aprovechando el río revuelto existente por la salida de Casillas y sobre todo, la cobardía de Pérez (incapaz de afrontar la salida el mismo año de sus dos capitanes ante el “qué dirán”), Ramos  forzó una renovación millonaria abracadabrante, especialmente si vemos el rendimiento del camero estas dos temporadas, sobre todo esta última.

Ese mensaje, absolutamente pernicioso, lejos de reforzar al entrenador supuso que la plantilla y, en especial sus pesos más pesados, se vieran revestidos de una autoridad y una superioridad incluso mayor que al propio entrenador, al que decidieron hacer una cama colosal que no ha parado hasta su destitución.

Zidane, ante el reto de su vida


Ahora Zidane, del que no discuto su calidad como entrenador –por más que la prensa ahora ya hable de él como el hombre que empató con La Roda– tiene ante sí un reto más importante incluso que el que afrontó cuando fichó por el Real Madrid como jugador en verano de 2001.

Su inexperiencia como entrenador en la élite y, sobre todo, el hecho de tener ante sí a una de las plantillas con más poder de la historia reciente del club, que hace y deshace a su antojo con el beneplácito de la Presidencia, puede ser su tumba en su primera experiencia en la Liga española.

Esta plantilla, encabezada por la caterva de sus capitanes, ha convertido al banquillo del Real Madrid en una máquina de picar carne y en un avispero en el que, como he dicho en alguna ocasión, ni el mismo Dios hecho hombre, querría sentarse. 

Por tanto, el trabajo que tiene por delante el astro francés es elefantiásico ya que reconvertir a tanta estrella en “simples” futbolistas no va a ser tarea fácil. Y es que, lejos de pensar como muchos, que Zidane tiene mucho que ganar y nada que perder, pienso que es justo al contrario. 

De esta formaí, si el Real Madrid gana, se hablará de autogestión o se dirá como siempre que es porque tiene una gran plantilla y su trabajo como técnico quedará opacada por la opinión pública. Vamos, que hasta el conserje de mi casa haría campeón a esta conjunto de estrellas mundiales, como ya se dijo cuando Mourinho logró aquella histórica Liga de los Récords.

Pero si las cosas no salen bien, su carrera quedará manchada por un despido, no sé yo si procedente o improcedente, y las puertas del club seguramente se le cerrarán para siempre, precisamente por su incapacidad de hacerse con ese equipo y por no lograr los objetivos de triunfos, marcados en rojo al inicio de este año. 

Como conclusión sólo añadiré que para que esta medida, la destitución de Benítez, tenga un mínimo efecto beneficioso en el club, deberá venir acompañada de la salida más pronto que tarde de media docena de elementos peligrosos en ese vestuario. 

Si no, todo quedará reducido a una mera medida cosmética cuyo único fin será la salida definitiva de Florentino Pérez de la presidencia, tal y como ya le pasó en 2006 y por el mismo motivo. Malcriar y tolerar a los jugadores. 

Así pues, por el bien del Madridismo y de la institución, esperemos que la historia no se repita y ojalá Zidane sea capaz de revertir este marasmo y devolver al club donde debe estar. En la cabeza de Europa y del Mundo, tanto a nivel de títulos como de dinero.

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