Todos esos Lannister


Tiene casi el Madrid la piedra filosofal y el resto de equipos sabe que su oportunidad pasa por enterrarla lo más profundo posible bajo la yerba.Simeone es una mezcla de alquimista,leñador y cheerleader y esto lo sabe mejor que nadie.Así ha logrado que los blancos se ofusquen desesperados escarbando la tierra.

Ayer,por momentos,incluso la sombra del cuatro a cero se apareció en el Calderón a pesar de la superioridad inicial del visitante,como si cualquier despiste,y hubo varios (alguien tiene que decirle a Ramos que se cambie la raya de lado,o algo),pudiera haber mandado la gema al subsuelo del Manzanares como para encontrarla en noventa minutos de ruido.

Carlo tenía la cara tan roja y crispada (la ceja disparada) como si esos sillones rojos, en ese banquillo rojo, ardieran en llamas. Se daban señales de grandeza, pero eso es algo que el Real Madrid siempre ofrece: Varane adelantando a Mandzukic diciéndole: “Mic, mic” y enseñándole una caja de explosivos de ACME, Modric rebañando en la banda en modo lateral… Pero de un robo absurdo se sabía que no podía andar lejos el desastre.

Había una posesión estéril, aunque prometedora. A Casillas le daba pereza salir del área. Benzema se movía como un púgil por un cuadrilátero de ochocientos metros cuadrados. Uno de pronto le vio coger un balón al vuelo con el exterior y dejó de parpadear como millones de personas. El francés hace esas cosas y luego no le da la gana tirar a puerta nunca, como si no estuviera ahí para eso. Hay que comprenderlo para no sufrir.

Decían que Oblak estaba inmenso pero en realidad quien no lo estaba era la definición del Madrid, que empezaba a ver todas las puertas cerradas de Roca Casterly. Todos esos Lannister antipáticos y agazapados. Bale disparó probando desde la lejanía, y cuando el acoso madridista empezó a perder intensidad el Cholo comenzó a agitar los pompones. El Atleti por entonces se alimentaba de córners de los que aprovechaba hasta la cáscara.

Robaba el Madrid rápido y se veían destellos de color. James avanzando como una cremallera atascada de preciosa filigrana. Fue con el segundo, o tercero, ataque narcoléptico de Sergio, cuando uno se dio cuenta de que Koke es rubio, aunque no tanto como la cresta de Sigue Sigue Sputnik de Griezmann, que casi le canta a Iker  Love Missile F1-11, con dedicatoria del de Camas.

El Madrid se desperezaba a base de contraataques fulminantes que no fulminaban nada. Era Benzema, era James, pero nada. Karim que no chuta y nadie que le siga el juego. El juego del Madrid. Varane seguía haciéndose pistas en el campo como si por detrás le siguiese una pavimentadora en la que fuera subido Bale, que anoche estuvo incómodo e indolente, igual que un caballo al que se le azuza y se espanta y después sigue comiendo hierba tranquilamente tan sólo unos metros más allá.

En la segunda parte el control madridista ya se había marchado. Mandzukic con sangre en la cara como en una pelea callejera. Una bronca de bar y Simeone encantado con el panorama. Tras la trifulca, que no quería dejar morir el croata, volvieron las sombras a intimidar a los blancos llevadas por Arda en cometa. Benzema tan pronto escribía un ripio como hacía un borrón y entre medias el Madrid seguía sin romper la hucha sintiendo cada vez más el frío a sus espaldas.

Salió Raúl García para enredar, para practicar un cholismo de urgencia como si el empate fuera más un problema para el local. Ya estaban Isco y Torres, espíritus más que jugadores. Se jugaba con todo, hasta con el árbitro con el que García, hablándole al oído, hizo la jugada del partido: tarjeta a Marcelo que no estará en el Bernabéu. García siempre sale a arrancar cabelleras y si no a Marcelo, o lo que sea y cómo sea.

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