El lado bueno de las cosas


Suele decirse que el fútbol es un estado de ánimo, pero también un cúmulo de casualidades. Vuelve la Copa de Europa en el que probablemente sea el mejor momento para los blancos en el presente año, donde la mediocridad y la frustración parecen dejar paso a sensaciones mucho más satisfactorias.

El Real Madrid, durante meses huérfano de identidad y presa de la desesperación más atroz ante su incapacidad para disfrutar del fútbol, ha vuelto a encontrar su camino. Amparado en Modric, el equipo se apoya en una figura capaz de superar líneas de presión y proporcionar salida de balón con un simple paso de baile, un movimiento de cadera tan mortal que en otros tiempos habría sido declarado impúdico o ensombrecido al mismo Elvis. James, en cambio, es uno de los últimos nexos de unión con aquel Madrid vertical y vertiginoso que hizo del contraataque un estilo de vida en el que se vivía rápido y se moría joven dejando un bonito cadáver. Siendo ya Ozil tan solo una canción de una tierra lejana, probablemente no exista en el mundo un jugador con la capacidad de pase final que ostenta el colombiano, si acaso Messi. Y con ambos jugadores sorprendente y felizmente rehabilitados en un retorno fulgurante, la BBC sonríe en un contexto de lucha cuerpo a cuerpo en la que no tiene rival, sabiendo que antes o después el contendiente no tendrá más remedio que levantar la guardia en un último ataque de dignidad o morir agazapado esperando el sonido de la campana. Del fútbol barroco de Isco a la simpleza de Gareth Bale, pasando por ese limbo en el que el tiempo parece fluir de manera distinta en el que suele moverse Benzema, las posibilidades son infinitas.

Y es aquí, volviendo a los orígenes, donde el Madrid se encuentra con una situación interesantísima, en la que dispone de armas para hacer daño independientemente del desarrollo del partido. Aceptando el hecho de que el Atleti es un equipo que se siente cómodo cediendo la iniciativa y aprovechando su capacidad para el juego subterráneo y su innegable poderío a balón parado, quizá sea el momento de que los blancos prueben a entregar por momentos la manija del choque, confiando en que su capacidad para hacer daño al enemigo sin tener que elaborar planes complejos ha vuelto, y que son ya varios los partidos en los que el equipo acaba volando en los minutos finales mientras el rival gatea esquivando balas perdidas. Es en este aspecto donde el Real Madrid dispone de un elemento casi único que le diferencia del resto: no hay otro equipo con la capacidad de adaptación y las posibilidades de moldear su juego en función del rival y el tipo de partido que tiene este equipo con toda su plantilla disponible. 

Obviamente, también se puede hablar de las debilidades a la hora de defender las jugadas de estrategia, de las dudas que Carletto siembra en el manejo de los partidos y del hecho de que, si ganar una Champions jugando sin portero entra dentro de la materia de las leyendas, ganar una segunda jugando con diez probablemente obligaría a prohibir el fútbol durante un tiempo para poder recuperar la mística allá por el siglo que viene. Pero ya es primavera, esto es la Champions y nada de lo pasado importa. Si aún en los tiempos en los que dar por terminada la temporada en octavos se convirtió en habitual existía la convicción de que el Real Madrid se encuentra dentro de un equilibrio natural supremo que conspira a su favor y que antes o después compensaría todas aquellas noches de sufrimiento desgarrador, estos días de esperanza en la remontada liguera y ganas de saldar cuentas pendientes tan solo pueden hacer creer en el lado bueno de las cosas.

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1 comentarios :

  1. Parrafada sin demasiado sentido ni claridad de ideas. Muy mejorable la verdad.

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