Don Raúl González Blanco. Momentos


Blanco, como el conjunto que portó. Blanco, como el escudo que llevó. Blanco, como su (reconvertido) corazón. El día 15 de octubre de 2015 Don Raúl González Blanco, interesante mixtura de claroscuros en una carrera plagada de éxitos, ha anunciado su retirada.

La historia del fútbol es una suma de fechas que cambiaron el funcionamiento y nuestro entendimiento de este deporte. Una de ellas, el 29 de octubre de 1994, y el lugar, el estadio del Real Zaragoza, la Romareda. Ese día, el entonces entrenador del Real Madrid, Jorge Valdano, acuciado por las lesiones, hizo debutar a un joven delantero del Real Madrid C. Aún fallón,  y a pesar de la derrota del combinado blanco 3-2, el joven madrileño demostró unas cualidades que fueron aplaudidas unánimemente por las crónicas del día siguiente. Este joven, hijo de colchoneros e hijo del club colchonero, pues fue fichado tras el cierre de la cantera del club rojiblanco, estaba llamado a hacer historia de blanco, tal y como predestinó su apellido.

Una semana después, el 5 de noviembre, en el estadio Santiago Bernabéu, el punto de inflexión se cerró: contra el club que le vio crecer, primero provocó un penalti, después asistió a Zamorano en el segundo gol de los blancos y anotó el cuarto tanto merengue con una bella factura. Tal y como narró la crónica del barcelonés (y barcelonista) Mundo Deportivo: en un contraataque que serviría para enseñar en las escuelas, Quique dio a Michel, éste se abrió a la izquierda para Amavisca, que combinó con Laudrup; el danés, a lo Michael Jordan, miró a la izquierda y pasó a la derecha, donde Raúl entró a la carrera y metió un zurdazo imparable, a la escuadra derecha de la portería de Diego. ¿Había nacido una estrella? Posiblemente. Raúl tiene todas los ingredientes para poner fin a la ‘era Butragueño’: 17 añas, goleador... y ex colchonero, para más pitorreo.

Durante dieciséis años, servidor creció viendo jugar a Raúl. Un Raúl que nunca sobresalió en ninguna cualidad, salvo en su colocación, ese saber estar en el lugar y momento oportunos, pero que fue un jugador notable en todas ellas. Quizás por ello, la parroquia de Chamartín pudo disfrutar, y los rivales sufrir, goles de todas las características: vaselinas (Ferencvaros); libres directos (Racing de Santander); tiros lejanos (Barcelona); cabezazos (ídem); taconazos (Valladolid); chilenas (Rayo Vallecano); en carrera (Leverkusen); de pillo (Zaragoza); regateando a toda la defensa rival (Atlético de Madrid)... y, puesto a innovar, creó otro concepto de gol: el "aguanís" (Vasco da Gama). En 2001, inexplicablemente, no ganó el Balón de Oro en detrimento de Michael Owen, en una de las injusticias más reconocidas de la historia de este premio. Finalmente, la cresta de la ola numérica llegó el 15 de febrero de 2009 en el Molinón, cuando, gracias a un doblete, el madrileño superó a Don Alfredo Di Stéfano como máximo goleador histórico del club, récord recientemente igualado por Cristiano Ronaldo (pequeño inciso: el baile de cifras con el número de goles del luso viene por un gol a la Real Sociedad en 2010, que algunos medios contabilizaron a Cristiano y otros a Pepe. Como los registros oficiales se lo otorgan al segundo, oficialmente, a día de hoy 16 de octubre de 2015, se sigue en una situación de "empate").

A destacar también es menester su profesionalidad. Respetado por rivales y compañeros, era reconocido por ser el primero en llegar a los entrenamientos y el último en marcharse. Superando graves lesiones, y acuciado quizás por un ocaso un tanto temprano de sus cualidades, siempre trabajó como el que más para superar estos defectos que le lastraron demasiado pronto.

En el crepúsculo de su estancia en Madrid, y en uno de esos irónicos azares del destino, el 24 de abril de 2010, Raúl jugaría su último partido, y marcaría, contra el equipo que le vio debutar en 1994: el Zaragoza. La imprevisibilidad del 7 quedó patente en su siguiente etapa de su carrera, cuando triunfó en el humilde Schalke 04 alemán, liderándolo hasta las semifinales de la Copa de Europa. Desde ese momento, y jugando en sitios tan dispares como Qatar o Estados Unidos, se mantuvo en un discreto segundo plano, sumando goles y engordando sus estadísticas hasta los 462 que anotó en los 1055 partidos oficiales que disputó.

Es cierto, como decía antes, que la trayectoria de este jugador estuvo empapada de ciertos momentos oscuros. Todos recordamos las acusaciones de despotismo que se vertieron contra él en su labor como capitán, los problemas con ciertos técnicos, el desprecio hacia los canteranos, los buitres que le rodearon y que, como parásitos, intentaron beber unas pocas gotas de su fama. La carrera de un jugador de fútbol es una suma de acciones y momentos, y como tales, corresponderá a sus biógrafos analizar esos instantes. Ahora no es momento de abordar esas cuestiones. Ahora es momento de levantarse y aplaudir, pues se ha retirado uno de los más grandes: Don Raúl González Blanco.

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