Luces y sombras


Cumplido el primer mes de competiciones oficiales, pueden extraerse las primeras conclusiones y deben valorarse los méritos contraídos y los pequeños dramas vividos hasta el momento, que aunque aún escasos en ambos bandos, quizá dicen más de lo que pueda parecer. Luces y sombras, alegría y duda, grandes esperanzas en los claroscuros. Como siempre en el equipo blanco, pasiones desatadas en la maravilla de lo cotidiano.

Una cosa es evidente: el Madrid de Benítez ya tiene bastante poco que ver con el equipo funcionarial y deshumanizado de la pasada temporada. Donde hasta hace muy poco podía verse un caos fiado en exclusividad al talento individual y una confianza exacerbada en  unos titulares perennes ajenos a la meritocracia, Rafa propone encorsetar primero para volar después, agitar al principio para avanzar al final. Tiene mérito esta ruptura con el pasado, más si cabe cuando en este inicio aún se atisba cierto miedo en el libreto del madrileño a la hora de plasmar lo que muy probablemente le pide el cuerpo por aquello del qué dirán. Es por todos sabido que de un entrenador cobarde a un genio táctico tan solo existe la delgada línea que pueda marcar un amiguista necio, indignado por una entrevista insatisfecha o con el gañote sin llenar a cuenta de Visa ajena. Se acerca el invierno y probablemente aún sea tiempo de permanecer en trincheras.

Lo cierto es que Benítez ha sabido detectar desde un primer momento la enfermedad desgarradora que consumía al Real Madrid en la portería y la defensa. En lo que probablemente sea el mayor avance hasta la fecha y un notable éxito teniendo en cuenta el escaso discurrir de la temporada, el equipo parece haber asumido el dogma de que los goles ganan partidos y las defensas campeonatos, lo cual es mucho decir viniendo de lo que se viene y contando con una plantilla con tanta capacidad para la genialidad como para la dispersión. Con Keylor Navas erigido en baluarte y convertido en la sensación del fútbol europeo en este inicio de temporada, la línea defensiva puede permitirse el lujo olvidado de poder defender fuera del área con la confianza de que, en caso de necesidad, su portero no morirá con las botas quitadas y los pies pisando la línea de meta. A la mejoría de prestaciones defensivas contribuye la intención, más intuida que evidente todavía, de adelantar líneas de presión e involucrar a los delanteros en la ocupación de espacios y el retorno tras pérdida de balón. Costará, y mucho, pero el mero planteamiento de estos conceptos ya no suena a quimera.

No obstante, y de forma lógica por otra parte, hay varios aspectos muy susceptibles de mejorar, más en un sentido práctico que teórico. Y curiosamente, el Madrid está teniendo problemas en aquellos lances más dependientes del talento que del trabajo. La primera gran duda estriba en la viabilidad de la pareja Kroos-Modric sin otro centrocampista puro que apoye en tareas defensivas y de creación, más aún cuando los mejores 45 minutos de la temporada hasta el momento se han visto con Kovacic ocupándose de suplir la falta de dinamismo del alemán y complementando el desborde y el virtuosismo de ese colosal futbolista que es su compatriota. Sin entrar en absurdas consideraciones individuales que poco aportarían en estas fechas, sí es cierto que el doble pivote titular deja bastantes dudas en cuanto a capacidad de recuperación, ocupación de espacios y fuerza al choque y en los intercambios de golpes, que no en la disposición para hacerlo. La segunda gran problemática viene definida por las enormes dificultades, que no sorprendentes, que el equipo demuestra a la hora de hacer gol. Huérfano de centrocampistas llegadores, privado de grandes definidores y acostumbrado a marcar más por agotamiento rival que por precisión propia, la delantera se siente mejor echando la puerta abajo a golpes que abriendo con llave y sin hacer ruido. Sin embargo, este último parece más un daño puntual que no un mal intrínseco, más aún cuando la vuelta de James y Bale debería ser el principio de la solución y hasta en los momentos más desesperantes de los dos empates cosechados se han generado ocasiones claras que en un mundo perfecto siempre hubieran supuesto goles.

Ganas de mejorar, ideas claras y detalles que permiten soñar, sin demasiado brío aún, pero soñar al fin y al cabo. Con el equipo asimilando una evolución obligada y liberado de complejos absurdos, la plantilla involucrada en su totalidad y el entrenador aportando nuevos aires a un concepto que murió caducado, lo más difícil está hecho y solo queda confiar en la continuidad de una idea de juego tan presumiblemente efectiva como probablemente necesaria. Luces y sombras, buenas sensaciones.

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