Chuches


La gula es pecado, quedáis advertidos. Empezó la Liga con ese crepitar entre bocas abiertas, cerradas, bocazas, y bocados de medio pelo a equipos que bostezan sobre el campo varias veces por minuto porque el verano aún pega sus manotazos de ahogado. Llegó el hombre tranquilo a Anoeta y les susurró a sus caballos que el modelo tiene que dar sus frutos. Rubricó el discurso con una palmada en el pecho y corrió el txacoli. Ya no somos solo una cara bonita, ahora el Real Madrid también es un equipo tremendamente inteligente que manda a Casemiro a comandar hasta en el repliegue. Kroos, que es más de regaliz, dijo que la historia tiene punto y seguido; Bale y Asensio ya empalagan de placer.

Y el silencio de los corderos inquieta a propios y ajenos ante la normalidad más visceral que recordamos por Chamartín. Llegan tambores de guerra desde más allá del ancho mar, porque parece que algunos no entienden de procesos de paz, y Zidane responde, que él tampoco sabe nada de vallenatos, que es más de minué, o que ahora con dos copas de más, se atreve hasta con el cancán.  Me molesta tanta sencillez. Me inquieta ver a Cristiano otra vez como el mejor jugador de Europa en una portada que debería hablar de cifras disparatadas por estrellas fugaces que disfrazan, con unos pocos artificios, la mismísima mediocridad. Aborrezco este verano tan tranquilo, y la Supercopa abrió la veda para ahogar tantas penas en aquello que no puede ser nombrado, y el Betis pagó otra ronda. 

Vimos la vida pasar en una semana mecidos por cantos de sirena, esperando a Cristiano y desesperando por Benzema, a pesar de que Morata no marca, pero deja margen para la esperanza. A un ritmo flemático, manso, casi de una serenidad pasmosa trabaja el equipo de Zidane para el estreno en casa frente al Celta, casi como nosotros, afilando las palmas y las panderetas.

En esas llegó el sorteo del Trofeo Santiago Bernabéu, sepan disculpar, de la Champions, y le prestamos a la UEFA unas manos inocentes para disimular las quemaduras en las yemas de los dedos, guiño, guiño. Volvemos a Alemania, porque la noche es oscura y alberga horrores, o no, que se lo digan al Bayern. Brindaremos en Portugal por la madre que parió a Cristiano Ronaldo dos Santos Aveiro y castañearemos los dientes en Varsovia, porque no todo iba a ser dibujar primaveras. Quieren que suframos, qué mamones.  Y el Madrid, al que no le pica ni la curiosidad de caer en la trampa, se queda a estas horas con la chica y con la parte divertida. Para el resto, polvos pica pica. 

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