Nos encontramos en la trasera de un restaurante de menú (de a cinco euros por cabeza), sito en el barrio de Malasaña. Unos treinta metros cuadrados. Tres de filas de sillas a razón de cuatro o cinco por fila. En la cabecera, una mesa rectangular cubierta por un mantel de hule de cuadros verdiblancos y tres sillas ya ocupadas por los convocantes de la reunión. A saber: Pericopablo, Alfred (Al, Fred, Fredi o Frodo) y Santi. La trasera está repleta. Pericopablo, se pone en pie, reclama silencio y saca, de una bolsa de plástico del Corte Inglés, una cartulina de color amarillo debidamente enrollada. Retira la gomilla que mantenía enrollada la cartulina y con ambas manos intenta apaisar, infructuosamente, la referida cartulina. Carmen, que está en la primera fila, se levanta y le da a Pericopablo cuatro chinchetas de color rojo. Y así, con la ayuda de las chinchetas, fue como Pericopablo clavó la referida cartulina amarilla en un panel de corcho habilitado al efecto. Un extraño dibujo quedó a la vista de todos los asistentes. A algunos les pareció un trabajo de plástica de 1º de la ESO del sobrino de Pericopablo. Otros prefirieron guardarse su opinión. Por fin, Pericopablo tomó la palabra y explicó el contenido gráfico. No era ningún trabajo de su sobrino de once años y tampoco era el producto de una esforzada jornada laboral de Manolete o de Tomás Güijero, no. Era un plano a escala que contenía diversos dibujos de objetos más o menos identificables. Era un plano para un plan.
Lo más llamativo del dibujo era
un círculo, coloreado en verde, que ocupaba la parte central de la cartulina.
Alrededor del círculo verde, como si de un núcleo irradiador se tratase, había
diversas líneas aparentemente inconexas entre sí. Eso es lo que a primera vista
resaltaba del conjunto, pero había más cosas garabateadas de dudosa
identificación. Pericopablo tomó la palabra y explicó. Aquello era una rotonda
vista desde un plano cenital. Las líneas inconexas representaban carreteras que
desembocaban en la rotonda. Pericopablo describió y aclaró. “Esto es un seto, esto es un paso de cebra,
esto es un coche, esta figura es una mujer, esto es un periodista…” explicaba
y señalaba con una vara de olivo. Así, hasta que todo estuvo explicado, nítido
y transparente.
“Esta es la famosa rotonda de la salida de la ciudad deportiva del Real
Madrid de Valdebebas. Nuestro objetivo, es este coche”–dijo Pericopablo,
señalando con la vara uno de los dibujos coloreados en rojo-. ”El día de autos, Frijolito identificará
previamente este coche desde su puesto de observación, en el aparcamiento de
Valdebebas, y notificará a Manolete, por walkie, la salida del coche y su inminente
llegada a la rotonda. El coche será conducido por la persona a la que vamos a secuestrar.
Su nombre clave es Pintus Magnificus. Y esta es su foto”. Pericopablo,
repartió una foto en la que habría tres calvos como bolas de villar numerados
del uno al tres. “Nuestro objetivo es el calvo número dos, que
está en el centro de la foto.
Una vez Frijolito haya dado la voz de alarma, Manolete, oculto hasta
ese momento tras este seto (señalando con la vara), saldrá distraídamente y se abalanzará sobre el capó del coche de
Pintus Magnificus haciéndose el atropellado. Pintus Magnificus saldrá del coche
con cara de susto. Entonces desde el lado opuesto de la rotonda aparecerá
Carmen que, pillando desprevenido a Pintus Magnificus, le calzará una hostia a
mano abierta, dejándolo inconsciente. Frijolito, después de haber dado el
cante, correrá desde su puesto de observación a la escena del crimen. Entre los
tres, meterán a Pintus Magníficus en el maletero del coche y saldrán de naja y a
toda pastilla de allí”.
A continuación tomó la palabra
Alfred (quien vendría ser algo así como el jefe de la banda/secta): “una vez Pintus Magnificus esté en nuestro
poder, el hermano Santi redactará un escrito planteando todas nuestras
reivindicaciones a Florentino Pérez”. Ominoso silencio.
¿Alguna pregunta?” –
Inquirió Alfred.
“¿Cuáles son nuestras reivindicaciones?”, preguntó, haciéndose el
interesante, Violento Panocha. Santi tomó la palabra. Hasta ese entonces, había
permanecido callado. Habló con su voz profunda de túnel de metro. “Les daremos dos días para desmantelar todo
el aparato imperialista del madridismo. Especialmente haremos hincapié en el
cierre y liquidación del canal de televisión”, afirmó Santi, mientras con
su dedo índice de la mano derecha, golpeaba el mantel de hule de cuadros verdiblancos
que tapaba la mesa a la que estaba sentado. “Si
se niega ejecutaremos a Pintus Magnificus inmediatamente”, terció
Pericopablo.
“¿Le cortaremos la cabeza?”, preguntó Maroto. “La cortaremos en pedazos y se los iremos mandando de hora en hora. Con
nosotros no se juega”, respondió Alfred, iracundo. Santi apostilló: “Y por supuesto le haremos ver que él es el
responsable del descuartizamiento y que de ninguna manera nos someteremos a
chantaje”, esta vez su dedo índice acusador se dirigió a la audiencia en
tono retador. Los ánimos de los asistentes se caldearon. Todos alzaron su puño
derecho y se lo llevaron a sus respectivas sienes derechas gritando: “¡¡No - hay - chantaje!!”
El hermano Alfred estaba
satisfecho. Crecido, ante el espíritu combativo de la reunión asamblearia, se
gustó: “Nos han quitado las bragas, los
edredones, los albornoces, las camisas, camisetas, calzoncillos, camisones. Nos
ha quitado todo lo que teníamos, el muy cabrón, y no sólo a nosotros sino a la
padres de nuestros padres. Les quitaron a Di Stefano”. “Y a los padres de los
padres de nuestros padres”, se aventuró Antón. “Y a los padres de los padres de nuestros padres” ratificó Alfred. “Y a los padres de los padres de los padres
de nuestros pad…” se envalentonó Antón, hasta que la mirada asesina de
Santi le cerró la boca.
“Y a cambio, Florentino y el Madrid ¿qué nos han dado?”, preguntó
retóricamente el hermano Alfred, cruzándose de brazos henchido de satisfacción
por su discurso. “¿Trabajo?”, respondió
humildemente el hermano Tomás Güijero, que no entendió el tono retórico de la
pregunta del hermano Fred. “Yo es que no
paro de hacer bolos. De peña en peña, de tertulia en tertulia”, añadió.
Santi hizo una seña visual a uno
de los de seguridad (que guardaba la puerta) en dirección a Tomás Güijero. Y a
por él se fue el de seguridad. En ese momento, Antón, terció inoportunamente: “cierto, cierto yo me he hecho famoso rajando
del Madrid, de su presidente y de sus jugadores. Reconoce, hermano Al, que si
no hubiera sido por mí merecida fama, los de la Prisa nunca me hubierais
contratado”. Rumores de aprobación entre la concurrencia. Santi, miró
nuevamente al de seguridad casi imperceptiblemente. El de seguridad se
retranqueó y volvió a su posición original. “Hasta
yo he aparecido en la tertulia del canal del Madrid”, apostilló Miguelito
en tono apocado. “El otro día un
conductor del 27 me pidió un autógrafo”, remató.
“Pues yo, mientras me aprieto, entre pecho y espalda, el solysombra de
después de cada comida en el bar de la Gran Vía, compro/vendo jugadores del
Madrid según se me va ocurriendo y después coloco mis ocurrencias por las
noches… oye y tan ricamente. Me da p’a comer, beber y salir en la tele”, apostilló
Manolete.
El ambiente general se iba
distendiendo, mientras se cruzaban cuchicheos sobre las oportunidades laborales
que a todos ellos les habían ido surgiendo alrededor de Florentino y del Real
Madrid. “Reconoce hermano Alfred que,
cuando tus siestas te lo permiten, en el 90% de tus editoriales no haces otra
cosa que rajar de Florentino y del Madrid”, afirmó una voz desconocida
desde la segunda fila de sillas. Carcajadas
e indisimulados rumores de asentimiento.
“¡Está bien, está bien!, vale, pero al margen de permitir que Miguelito
salga en las tertulias de RMTV, ¿qué más nos ha dado Florentino y el Madrid?
¿eh?, ¿eh?, recondujo hábilmente el hermano Pericopablo.
“¿Expulsar a los ultras del estadio?”, intervino otro incauto. “A mi amigo Manolo, el de la Cope, los ultras
una vez le quisieron hostiar en Liverpool. Si no llega a ser por la policía
inglesa no sé qué hubiera pasado. Además, una vez colgaron un muñeco que
representaba al Butano y lo pasearon de lado a lado de la grada”. Aquí
Santi (compadre y uña y roña del Butano) no tuvo más remedio que retranquearse:
“de acuerdo, de acuerdo, pero al margen
de echar a los ultras y dar bolos a Güijero ¿qué más ha hecho Florentino y el
Madrid por nosotros?
“¿Reformar
el estadio? Han puesto calefacción. Es que con las cabinas de radio que había
antes o te pelabas de frío o te asabas de calor. Además estabas a tiro de hostia
de cualquier aficionado”. Nuevamente, cabezas asintiendo afirmativamente y
rumor generalizado de satisfacción. Alfred toma la palabra: “pues claro que ha reformado el estadio,
hombre, eso no hacía falta ni decirlo. Pero, al margen de reformar el estadio,
expulsar a los ultras y dar trabajo a Manolete, ¿qué más nos ha dado el Madrid
y Florentino a nosotros?, ¿eh?, ¿eh?”.
“Hombre, hermano Alfred, hay que reconocer -atacó otro desgraciado
desde el lateral izquierdo de la sala-
que cada vez que vas por ahí diciendo que eres un periodista que cubre la
información del Real Madrid, a veces te tratan a cuerpo de rey”. El
referido incauto se giró hacia atrás y, clavando su vista en otro de los
asistentes, dijo: “¿te acuerdas de
aquella vez que dijimos que éramos periodistas del Real Madrid y nos fuimos, gratis total, de pu…”, las
carcajadas estallaron en la sala. Alfred se quedó con las ganas de saber de qué
se fueron, gratis total, aquellos dos.
A Antón se le iluminaron los
ojos: “imagínate, hermano Alfred,
nosotros somos como los periodistas yanquis que escriben y hablan sobre los
Celtics, los Yankees, los Packers o los Bruins”. Algunos de los asistentes comenzaron
a asentir cabeceando como bueyes. Pareció habérseles hecho la luz al tomar
conciencia de quién era el centro de su actividad laboral y de lo importantes
que eran por ello.
El turno le llegó a Santi. “Vale, pero con independencia de dar la oportunidad
a Güijero de hacerse unos bolos y al Manolete de fichar a Toquero para el
Madrid, de reformar las cabinas, de echar a los ultras que querían hostiar a
Manolo y hacer que Antón se crea el nuevo Woodward ¿qué más han hecho
Florentino o el Madrid por nosotros?, ¿eh?, ¿eh?”.
Varios tomaron la palabra. Unos
más conocidos, otros menos. “Lo cierto es
que un día cualquiera estás más tieso que la mojama de temas y siempre te
quedará Florentino o el Madrid. A veces se enfadan con las cosas que decimos,
convocan ruedas de prensa para desmentir y de resultas, más follón, más
trabajo, más tertulias y más columnas de opinión. Son unos pardillos”. “Yo me
inventé una hernia y no veas lo que vendimos”, “yo llamé psicópata al
presidente y me han subido el sueldo”. “Lo cierto es que tienen unas tragaderas
considerables. Te lo digo hermano Santi,
porque yo tengo un amigo fresador que antes era periodista y trabajaba en
Barcelona. Una vez se le ocurrió decir no sé qué sobre que Franco no tuvo nada
qué ver con las Copas de Europa del Madrid y lo echaron de allí, no veas como
se las gastan. Y aquí, fíjate, hernias, sesiones de ouijas y persigues menores echándoles
la culpa de las derrotas del Castilla y no pasa nada”.
Uno con pinta de peinarse poco y
lavarse menos (reconocido catalán y barcelonista) ratificó: “Joer, mí programa nocturno lo tengo medio
hecho solo con ellos. Y me da para salir en el Estudio Estadio con mi amigo
Manolete (momento saludo fraternal). Hasta
tú, hermano Santi, una vez pusiste a parir a su presidente, a su afición y a
los políticos de Madrid por aquello de la Copa de Su Rey y aquí sigues.
Imagínate, hermano Santi, que trabajaras en Barcelona y te hubieras despachado
contra Jordi Pujol como hiciste contra Esperanza Aguirre. Ni te cuento, la que
te podría haber caído”. Santi, lívido, se sentó. Apoyó ambos codos sobre el
mantel de hule de cuadros verdiblancos y con sus manos sujetó su quijada. Le
estaba empezado a doler la cabeza.
Maroto, haciendo méritos, tomó el
relevo: “a ver, hermanos, todo eso está
muy bien, pero al margen de lo de las cabinas, los bolos de Güijero, echar a
los que colgaron al Butano, hacer que el Pipi se crea periodista o poder
escribir sobre ellos lo que nos salga de los cojones sin que pase ná, ¿qué más
han hecho el Madrid o Florentino por todos nosotros?, ¿eh?, ¿eh?
“A veces les da por ganar títulos importantes y no veas, hermano
Maroto, las ediciones de periódicos que tiramos, los clicks que dan nuestras
webs o las audiencias de las emisoras cada vez que eso sucede”. Asentimiento
generalizado. Un inconsciente, al fondo de la sala: “Y todo ello a pesar de que a ti, hermano Alfred, te da por quitarles el
mérito, ¿es qué no quieres vender periódicos, hermano?” Algo ensombreció el rostro de los
asistentes. Aquello no gustó a Fred.
Pericopablo, viendo que la cosa
se estaba tornando sombría, volvió a atacar: “es cierto todo esto, pero al margen de ganar títulos vergonzantes, de echar
a los del Butano, de las cabinas, de que alguno de vosotros haya echado un
quiqui por la cara gracias al Madrid, de los bolos del Roncero o de poder
escribir sobre ellos lo que nos salga del níspero, ¿qué más han hecho por
nosotros el Madrid o Florentino?, ¿eh?, ¿eh?
Bobby G, con los ojos vidriosos: “Yo me emociono cuando veo al Churu, tan
orgulloso, ataviado con las banderas de España y Andalucía salir a recoger
copas y medallas. Oye, hermano Santi, es que hay otros, con los que nunca te
metes, que no solo es que no representen a nuestra nación, es que van por ahí
presumiendo de justo todo lo contrario, pero tú nunca les dices nada. Nos
cuentas no sé qué de leches de la libertad de expresión y de ahí no hay quien
te saque”. “Y encima como los cabrones son conocidos en todo el mundo…yo estuve
en la final de la Séptima y vi una tremenda rojigualda desplegarse, tapando un
fondo”, afirmó emocionado, con un nudo en la garganta y la voz entrecortada,
uno que se hacía llamar Capitán Hispania.
Aquello no iba bien. Santi hizo
otra intentona: “estamos de acuerdo,
representan a España mejor que Manolo Escobar, ganan títulos que engañan y
tapan defectos, han sacado a Manolete de la calle, ya no pasáis frio en las
cabinas y no os salen sabañones en la orejas, podemos llamarlos de todo sin que
pasa nada, han largado a los que querían colgar a mi amigo Josemari y a alguno
de vosotros se les hace el culo gelatina solo por el hecho de escribir o hablar
sobre ellos; pero al margen de todo esto ¿qué más han hecho Florentino o el
Madrid por nosotros?”.
Y no había manera de que el
rebaño se callase: “Fichan grandes
jugadores. No te molestes hermano Alfred, pero acuérdate del verano que pasamos
publicando noticias sobre el fichaje de Ronaldo el gordo. ¡Qué tiradas de
ejemplares, hermano Al! ¿Y el verano de Bale? ¿Qué me decís del verano de Bale?
¿Qué me dices de las presentaciones de jugadores, hermano Fred? Esas portadas,
esos programas…esos días es que no paramos.
Acuérdate hermano, de cuando Boluda presentó a Faubert. O de cuando Moncho
se fotografió con uno que decía que era Nicholas Cage. Qué diferencia, Alfred,
admítelo. En la final de Milán, Richard Gere, el de verdad, en el césped
haciéndose fotos con Cristiano y Gareth”, argumentó una de la primera fila.
A estas alturas de la reunión
convocada para organizar el secuestro de Pintus Magníficus, Alfred solo quería
que aquello acabase o que todo fuera un mal sueño. O mejor aún, que aquello
fuera una película de mafiosos en la que, de repente, aparecía un sicario,
ametralladora en ristre y acababa con todos los presentes. Pero inasequible al
desaliento, Maroto, el pelota, no perdía la esperanza, quería volver a ser
Dircom del Madrid y retomó el interrogatorio.
“Venga chavales, dejaros de coñas. Sí, hacen buenos fichajes aunque no
han fichado a Pogbá, los ponemos a parir y se las tragan como sables, son muy
famosos y tal pero no tienen equipo de mujeres, largaron a los que colgaron al
Butano, lo de la cabinas, dan trabajo al Pipi, a Manolete, a Bobby y a Güijero,
ganan títulos (gracias al presupuesto) y lo de Manolo Escobar; pero al margen
de todo esto ¿qué hacen el Madrid o Florentino por todos nosotros?, ¿eh?, ¿eh?”.
Antón se arrancó: “Yo he salido en el 90minuti varias veces.
Mi madre me llamó el otro día. Hasta de mi pueblo me han llamado los del Bar Paco
por si quiero hacerles publicidad de su famoso cachopo. El alcalde va a
proponerme para hacer el saque de honor en el próximo partido del equipo”. “Organizan
unas giras cojonudas. Yo he estado dos veces en China y otras dos en los Usa”, dijo
Violento Panocha. “Pues yo estuve en
Australia. Vi canguros”, se jactó Capitán Hispania, ya sobrepuesto al
momento emoción.
“Joder, qué bonita es la Ciudad Prohibida”, “yo me he recorrido toda
Europa con el Madrid”, “pues yo me puse hasta las corchas en el Barrio Rojo de
Ámsterdam cuando la séptima”…y cada cual con su historia particular de
idas, venidas, llegadas, estancias y picardías más o menos inconfesables.
Aquello ya no era una reunión de conspiradores. Aquello era una reunión de
gallinas cluecas ponedoras.
Bobby G, remató la faena: “¿qué me decís de las comidas de navidad? Ese
jamón del bueno regado con un riberita del Duero, no tiene precio”. Moción
que fue secundada por Pipi con la siguiente afirmación: “además puedes ligotear con las azafatas del club que están muy buenas”.
Pericopablo, viendo que su jefe,
Alfred, estaba al borde del tabardillo, lo intentó de nuevo. Por él, que no
quedase: “sí, pero al margen de los bolos
de Güijero, las cabinas, lo del Butano, su prestigio (aunque no tengan equipo
de mujeres), poder piar de ellos lo que nos dé la gana, ganar algún trofeo, lo
de España y Manolo Escobar, fichar jugadores importantes (pero no a Pogbá), que
a alguno de vosotros le pida un autógrafo su carnicero, permitiros conocer
medio mundo y que se os haya caído el pelillo de la dehesa al visitar locales
con luces de colores, que os pongáis ciegos de vino y jamón ibérico en sus
comidas de navidad y que les tiréis los trastos a sus azafatas, ¿qué más han
hecho el Madrid o Florentino por nosotros?”.
El que tenía pinta peinarse poco
y ducharse menos, terció: “hosti tú, la
ciudad deportiva. Tienen una ciudad deportiva cojonuda. En invierno te puedes
poner a buen recaudo en la cafetería. Los croissants son cojonudos”.
“¡El baloncesto, el baloncesto! Alfred estaba a punto de cerrar la
sección de básquet del As hasta que se pusieron a ganar títulos como cabrones”,
se chivó un tal Mora, experto del As de la Ouija.
Alfred y Santi estaban a punto de
reventar. Y Alfred reventó: “¿Sabéis lo
que os digo? ¡Pues os digo que os folle un pez! Porque al margen de los bolos, las
cabinas, lo del butano, su prestigio mundial (sin equipo de mujeres), poder llamarles
de todo, ganar algún título (saltándose algún año el trofeo Bernabéu), fichar buenos
jugadores (pero no a Pogbá), lo de Manolo Escobar, permitiros que alguno de
vosotros haya salido del pueblo y visitado la Torre Eiffel, que liguéis con su
azafatas, os comáis su jamón, os bebáis su vino y que vagueéis en la cafetería
de Valdebebas…”. Alfred tomó aire, se disponía a dar la estocada final, cuando el tal Mora
del As de la Ouija, experto en baloncesto, le recordó: ”Hermano Fred, se te ha olvidao lo del baloncesto”. Y se vino la
hecatombe.
Alfred intentó saltar la mesa que
estaba cubierta con el mantel de hule de cuadros verdiblancos. Tal vez quisiera
abrazar a Mora por el recordatorio, tal vez quisiera estrangularlo. Nunca se
sabrá porque ni la edad ni la morfología de Alfred daban para alardes
gimnásticos. Alfred solo hizo un salto nulo. No hizo falta más. Y así es como
el referido Pintus Magnificus se salvó de ser hostiado, secuestrado y, tal vez,
guillotinado. Fin.
Epilogo. Ya sé que se han dado
cuenta de que este relatillo es un plagio. Soy un plagiador cuasi profesional. Un
plagio con moraleja, y que no falte. Nuevamente estamos ante una hiperbólica
caricatura que, por muy hiperbólica que parezca, no deja de ser el reflejo de
una triste realidad.
Todo lo relatado por éste, su
humilde servidor, está exagerado hasta el paroxismo, cierto es. Tan cierto como
que si no fuera por el Real Madrid CF (afición, jugadores y directivos) muchos
de los protagonistas que aparecen en el presente relatillo serían carne de
cañón de su mediocridad profesional. Su (escaso) talento no les salva de estar
por encima de la media, les salva, precisamente, aquello que tanto parecen
odiar y atacar. Llegados a este punto siempre me he preguntado por los motivos.
No se puede ser tan imbécil como para querer acabar con la gallina de los
huevos de oro. No puede ser, tiene que haber otro tipo de motivación. Sí, ya
sé, ésa, exactamente ésa en la que todos ustedes están pensando. “Quítate tú
que me pongo yo a través de interpuesto”. El dinero, el poder, el prestigio…hacerse
con los mandos del Madrid, da eso y más. Cierto. Pero queridos/as amigos/as yo
tampoco descartaría la tesis de la estupidez supina, de la imbecilidad cum laude, de la gilipollez con corona
de laureles, del odio africano, de la envidia tiñosa. Si no me creen, revisen
lo que acontece en Manchester. Allí disfrutan mediáticamente de una rivalidad que terminará
siendo histórica: Guardiola y Mourinho. Todo el mundo del fútbol está pendiente
de Manchester. Y eso es mucha gente, mucho dinero, mucha imagen, mucha marca,
mucho marketing. En definitiva, mucho de todo.
Esa rivalidad la teníamos aquí,
multiplicada, además, por el valor añadido diferencial de que los clubes de
Manchester no se acercan, ni por casualidad, al prestigio de Barcelona y Real
Madrid. Nuestros queridos amigos, los dizque periodistas deportivos, hicieron
lo posible y lo imposible por acabar con esa rivalidad, tan beneficiosa para
ellos, tomando parte groseramente.
Ahora son otros profesionales de
la información los que disfrutan de esa rivalidad. Son otros los que venden
periódicos, programas, ruedas de prensa y entrevistas. A los de aquí solo les
ha quedado un triste consuelo: que ganó el suyo. Pero Mourinho volverá a
enfrentarse a Guardiola y seguro que le volverá a ganar, como hizo con el
Madrid. Y entonces no habrá triste consuelo que valga. Nosotros perdimos una
rivalidad histórica, en gran parte por su culpa, pero no fuimos nosotros los
que más perdimos, no hay más que ver el presente. Los que más perdieron, en
todos los sentidos, fueron ellos, los dizque periodistas deportivos. Y yo me
alegro, qué leches.
¿Intereses inconfesables para
acabar con el Madrid de Florentino? Sin duda, pero no descarten la gilipollez
como casus belli cada vez que se
crucen con un dizque periodista deportivo. Esta es mi moraleja. Always look on
the bright side of life, a veces, muchas
veces, sirve de poco.
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