Entre el resentimiento y la impotencia andan algunos









Pocos son los niños que tras jugar cada día con un balón en el recreo, no han deseado ser futbolistas; ya no digo del Real Madrid, pero quien haya aspirado a lo más grande ya desde pequeño, sin duda habrá pensado en nuestro equipo.

Algunos fueron inteligentes —o el entorno en el que creció lo fue— y se dieron cuenta de que igual un camino no tan directo como cabría esperar, también era posible. Quizá esos rodeos tan comprensibles e incluso necesarios, son los que llevan a cada uno de esos niños a interpretar, influidos por sus propias experiencias y las ajenas, una realidad distorsionada.

Un niño solo quiere jugar, los buenos competir y los mejores ganar con el mejor escudo de la historia en su camiseta; eso duela a quien duela, solo es objetivable con el palmarés de cada equipo. No hace falta que diga cuál es ese palmarés y los sentimientos negativos que puede provocar el no conseguir vestir —ya no digo defender— la camiseta blanca.

Muchos ya tendréis en la cabeza no solo a uno, sino a varios jugadores de la época actual y la no tan actual, que han demostrado no ser merecedores del reconocimiento que han tenido, y aún siguen teniendo. La lista cada vez se hace más larga, quizá porque ahora casi todo sale a la luz antes o después; quizá porque el dinero hace que no se escondan; quizá porque su madridismo era un negocio. Concepto que para nosotros es inversamente proporcional, ya que realizamos esfuerzos en muchas ocasiones para poder ver a nuestro equipo.

Algunos de pequeños solo podíamos ver los canales que nuestros padres creían adecuados, según nuestra edad avanzaba podíamos ir discriminando quién sí y quién no; por desgracia algún jugador ha mamado qué hacer, cómo y dónde. 

Hace meses, igual al principio de la temporada pasada me exasperaban ciertas reacciones de Cristiano cuando fallaba una ocasión, cuando un compañero no le asistía como quería, pero al final sus números y entrega hacían que todo eso quedara relegado a un segundo plano. Hasta me aventuraba a llamarle «aspavientos man», en ocasiones de manera jocosa, en otras no tanto. Pero ¿qué ocurre cuando ves los mismos gestos, la misma desidia —si es que puede considerarse así— o incluso innumerables quejas— en el comportamiento de Morata? Intento olvidar quién es su padre, pero es difícil hacerlo cuando tras partido como el del Osasuna solo escuchas del periodismo que los mejores fueron De las Cuevas —corramos un estúpido velo con el comentario de nuestro amigo Meana— y Morata; ¿eso es todo lo que le van a exigir a un jugador que viste nuestra camiseta? Que incluso para los antiKarim, éste hizo más que el español. Igual en la nacionalidad está la importancia. Si otro jugador, sin ir más lejos Bale tras la asistencia a Cr no lo hubiera hecho y hubiera tirado a puerta los comentarios hubieran sido «egoísta, mal compañero, no levantó la vista»; porque ya sabemos que quien no tiene padrino no se casa y Morata tiene muchos…

Dicho esto, y sin alargarme en una cuestión que será recurrente durante toda la temporada que tenemos por delante, espero que la próxima vez que escriba algo de Morata sea para señalar que me ha callado la boca; como está haciendo, por cierto, Sergio Ramos.

No puedo dejar a un lado en esta corriente de bilis que parece no tener fin —y no creo que lo tenga— a Raúl. Por suerte no soy tan “joven” como para no recordar su debut y quién era el míster que lo hizo posible. Tampoco olvido una época siniestra, aunque comprensible, en la que su rendimiento en el campo estaba condicionado por agentes externos que por suerte, no se dilataron en el tiempo. Así como recuerdo también como mandó callar al campo nuevo, marcó goles de muy bella factura, otros de menos pero de importancia necesaria para el equipo… Y por desgracia, aunque tampoco quise poner mucho empeño en explicármelo, también recuerdo el dinero que el equipo siguió ingresándole a pesar de defender otra camiseta.

La primera vez —porque esta vez no lo ha sido— que le oí decir aquello de la parte positiva de una Champion para el barça, creía que su coletilla de «por ser equipo español»  tenía un doble significado. En esta ocasión, no dudo que para mí, se une al cada vez más amplio grupo de resentidos e impotentes que no han conseguido seguir viviendo del equipo como quieren. 

El Marqués faltó al respeto no solo al club por su rechazo a la insignia, sino al gran Di Stéfano al no acudir a su capilla ardiente, velatorio o cualquiera de los actos en su memoria.

Por fin tenemos un capitán digno de llevar brazalete (las lágrimas de Íker pasaron a ser más de cocodrilo que suyas) y espero que no deje de serlo; un entrenador con la clase que un equipo como el nuestro se merece; un equipo que no necesita fichajes desorbitados (aunque para algunos aficionados siempre sean necesarios; los que olvidan que la grandeza se muestra en las vitrinas y el campo. Hasta hoy no veo necesario esos fichajes; llamadme tonta…); un proyecto en la cantera que hará posible un futuro aún más prometedor del que tenemos ahora por delante así que, solo decir que en mi opinión quien llora en la actualidad es porque quiere.

Porque para quienes sentimos el madridismo… hacer dinero con el equipo no entra en nuestros planes; menos aún a su costa.

#Hala Madrid y Nada más
#Contra Todo y Contra TODOS.

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