De vuelta al cole


Una de las expresiones sin duda más repetidas es la que hace referencia al efecto que cualquier acción u omisión puede tener sobre los niños. Un defensa largándole una coz al delantero de turno, un político poniendo el cazo o Messi regando el campo con sus fluídos intestinales, son conductas alabadas o criticadas, a gusto del consumidor, según las consecuencias que las mismas puedan ocasionar en las tiernas mentes de los infantes.

El antaño guardameta del Real Madrid, Íker Casillas, hoy más conocido como Felíker V de Holanda por su gran actuación en el partido inaugural del Mundial o “El acróbata de Curitiba”, por sus felinos reflejos a lo largo del citado campeonato, siempre fue, a juicio de la nutrida batería mediática del mostoleño, modelo en el que la infancia mundial debía verse reflejada. El hecho de que su ética de trabajo fuera, al menos, discutible o que su concepto de la capitanía del club que le paga estuviera nublado por afinidades personales con jugadores rivales, era irrelevante a ojos de la parroquia para la que “El Santo” merecía canonización urgente y la sempiterna parada a Robben lugar de honor en el relicario colectivo madridista junto al primer contrato de Di Stefano o la última camiseta de Zidane.


Muy al contrario, otro portero, gallego para más señas, con el nulo glamour de apellidarse López y llamarse Diego, al igual que aquel escritor argentino de fútbol ficción admirador de Mourinho, era lo más alejado del modelo que, para el paisanaje mediático, debía trasladarse a la chavalería universal. Desgarbado, con una preocupante falta de pelo que no se preocupaba en disimular como sí hacía su competidor, afectado por el peligroso virus del afán de superación y, lo que era muchísimo más grave, sin “selfie” conocido junto a Carmen Colino en traje de boda, despreció las jerarquías y adelantó por la derecha al hacedor de milagros. 

Ante tamaño desprecio a la leyenda, se imponían medidas drásticas: no podía ser que el empollón de las gafas le levantara la chica al tipo más popular de la clase. ¿Qué ejemplo daríamos a los niños si permitiéramos algo así?. Dicho y hecho, la banda del patio mediático esperó al chaval de Lugo a la salida de la escuela y lo dejó hecho unos zorros. No contentos con ello, obligaron al director de la escuela a expulsarle y este no tuvo otra idea que reservarle plaza en un internado milanés venido a menos.


Así pues, niños, os digo: ni se os ocurra pensar en que, con trabajo y esfuerzo, váis a conseguir ser hombres de provecho. Criad fama, haced amigos y echáos a dormir.

Y, sobre todo, como dice Robe Iniesta, nunca, pero nunca, os fiéis de una persona que no diga tacos.

Nos vemos en la carretera.

Miguel A. Hernández.

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