Cuestión de estilo


Noche de reencuentros. Noche de cambios y de ilusiones que no por poco novedosas saben peor. Vuelve el Madrid y el mundo gira de nuevo, como si el verano tan solo fuera aquello que pasa hasta el próximo partido.

El Madrid de Benítez comienza en el Bernabéu su particular Liga de la Retribución, tratando de olvidar el esperpéntico espectáculo brindado en un 2015 hasta ahora tenebroso en lo futbolístico y demencial en todo lo que ha rodeado al club. Ancelotti deja una herencia cercana a la enfermedad, un método basado en la dejación de funciones y en el que la táctica y el trabajo acabaron siendo canciones de una tierra lejana. El Madrid del presente año ha sido un equipo sin alma, un barco el que el marinero ordenaba mientras el patrón miraba para otro lado, un galán acomodado que vive por inercia y duerme sin títulos a los que abrazar. Por pura lógica, no han sido pocos los jugadores que han sufrido una involución evidente: con Ramos tremendamente acomodado, gente tan otrora fiables como Kroos o Varane sumidos en la duda o un Bale que lleva demasiado tiempo sin disfrutar del fútbol, la prioridad a día de hoy no es levantar al herido, sino insuflarle entusiasmo. Jugar con portero ayudará, desde luego.

No obstante, la empresa es harto difícil y pasa por eliminar los vicios tóxicos remanentes de décadas pasadas y edificar un equipo que, al menos en un inicio, priorice la solidez y la fiabilidad sobre la estética vacua que, sin duda, el amiguismo deportivo nacional se encargará de utilizar como base ideológica de su Reich a pesar de que el equipo del Régimen, que es el suyo, ya renunció al pase horizontal hace tiempo. Menotti o Valdano solo son dos viejos inútiles criticando la ingeniería de una colosal obra que nunca entendieron, ya saben.

Para ello, Benítez haría bien en plantear nuevos retos tácticos a un equipo sumido en el desconcierto inherente a un 4-2-4 caduco en el que atacan 6, defienden 4 y no recupera casi nadie. La presión en bloque y la ocupación de los espacios en transición defensiva son conceptos que habrá que trabajar desde cero, pero que deberían convertirse en dogmas de fe e imagen de marca de cualquier equipo entrenado por el madrileño.  Así, no parece lógico hacer envejecer a un Modric que ya no es ningún niño a base de convertirle en el principal creador y destructor del equipo, cuando para ello se ha traído a un jugador validísimo como es Casemiro. Kroos tampoco puede ser el estilete defensivo de un equipo cuando nunca lo ha sido y sus virtudes son otras. Separar a un Cristiano muy alejado del extremo ágil que un día fue de las zonas de elaboración de la jugada es hacerle un favor a él y al equipo, y es ahí donde James debe ejercer como absoluto motor en tres cuartos de campo. La BBC parece un concepto difícil de encajar en el contexto actual: no aporta tanto como para compensar lo que hace perder al equipo. Tampoco es culpa suya, cuando fue precisamente su exhibición contra el Bayern lo que le enseñó al mundo qué debía hacer para defenderles. Bale necesita elevarse a un estado superior y Benzema aportar más allá de marzo, porque ambos serán importantes. Y todo ello debería favorecer un ecosistema en el que los centrales defiendan casi en el círculo central y no cerca de portería, porque si Ramos, Pepe y en menor medida Varane se empequeñecen cuanto más tiempo pasan metidos en el área, no tienen rival cuando se trata de jugar a campo abierto y de recuperar tiempo y espacio al atacante rival. En Keylor y Kiko hay que creer, sin más, por todo lo que hemos soportado.

En definitiva, este Madrid necesita volver a creer en sí mismo, recuperar la pasión e incluso la épica que parece haberle abandonado desde aquel baile en Lisboa y generar un sello de identidad sin importarle los complejos, las directrices interesadas y las mezquindades de los de siempre. Ya habrá tiempo para el lucimiento y la poesía, ahora se trata de escribir una historia sin renglones torcidos, sin miedos y con la seguridad y altanería del que se sabe en la buena dirección. Creer en la victoria, ahora mismo, es pura cuestión de fe; aspirar a ella, simplemente, cuestión de estilo.

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