La caprichosa


Cuando la pelota no quiere entrar, no hay poder ni Cristiano que la hagan cambiar de parecer, por eso hay quienes la llaman la caprichosa, pues juega con nosotros más de lo que nosotros jugamos con ella. En ocasiones, tiene una facilidad para cruzar esa línea invisible de gol, símbolo de gloria y penas, que pareciera extrañar su hogar al fondo de las redes. Otras veces, como el sábado pasado, nos deja el grito de gol atragantado en la garganta ocasión tras ocasión, negándonos ese éxtasis y alivio que significa ver las redes moverse.

Mientras jugadores, entrenadores y aficionados consideramos al balón como una  simple herramienta de trabajo, la pelota usa nuestra ingenuidad para hacer y deshacer a su antojo, volviendo a este deporte el más hermoso del mundo.

Miradas impotentes de Cristiano, una pelota bailando en la línea de gol y la figura de Kameni devolviendo remate tras remate son la síntesis del empate frente al Málaga: el Real Madrid sufrió las consecuencias de la voluntad omnipotente de la pelota. 

No se puede decir que el equipo no lo intentó, se creó peligro llegando por banda, armando paredes por el centro y a pelota parada. En 31 ocasiones la pelota tuvo la última palabra en el Bernabéu. El sábado, el Real Madrid no iba a marcar ni aunque se hubiera añadido tiempo extra ni aunque el santo Íker estuviera defendiendo el arco del Málaga. 

Cristiano, el usual descifrador de goles, falló lo fácil y lo difícil. La caprichosa no sería una más de las decenas de pelotas coleccionadas en la casa del portugués, no sería un trofeo de guerra más. Además, esta caprichosa resultó ser Raulista, pues tampoco sería aquella la que ayudaría a CR7 a igualar o romper un nuevo record del eterno capitán. 

Por su parte, Benzema, quien venía con una racha goleadora, tampoco pudo con Kameni, quien simplemente fue el portero de turno escogido por la caprichosa para cumplir sus deseos de mantenerse dentro del rectángulo de juego. Luego llegaría el remate de Isco, probablemente el más fácil de la noche para Kameni, y, sin embargo, el más cercano a proclamarse gol. Mientras los narradores y comentaristas de televisión y radio calificaban de milagro lo visto en la cancha, la caprichosa parecía mofarse con una risa burlona de nuestra ingenuidad. Ella mandaba esa noche. 

Finalmente, cuando los esfuerzos de los de blanco parecían por fin dar frutos, la pelota utilizó al juez de línea como su as bajo la manga para anular un gol que valía dos puntos y el liderato. La caprichosa se las sabe todas. 

Bajo los tres palos de la portería madridista, la caprichosa tenía un muy buen cómplice, pues junto a Keylor Navas tenían todo bajo control completando otro partido en 0 para el guardameta merengue. Al costarricense parece no importarle si tiene a Ramos y Varane o a Nacho y Pepe en su defensa, él sigue a lo suyo: los paradones. 

Estos párrafos no pretenden ignorar los aciertos defensivos del Málaga ni tampoco atribuir todo a la mala fortuna, simplemente es un llamado de atención a quienes cambian el romanticismo intrínseco de este deporte por las estadísticas y datos fríos. 

¡Hala Madrid y Nada Más!

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