Este año hay Europeo de por medio y, aunque albergo la esperanza de saciar la espera con un quinteto nacional madridista formado por el Chacho, Llull, Rudy, Felipe y Hernangómez, aún tardaremos un poco en saborear el regreso de nuestros campeones. Así que es mejor que lo asumamos ya para no llevarnos un mal rato la temporada que viene, porque lo hecho por los chicos de la sección de básquet es tarea difícilmente repetible. Y no digo que los objetivos no sean ganarlo todo, pues siempre ha sido y será así, pero la exigencia con la que debemos mirar al equipo no debe estar a la altura de lo hecho antes del verano. Afortunadamente, el respetable del Palacio de los Deportes no guarda similitudes con el público que acude al Santiago Bernabéu y eso le vendrá muy bien al rendimiento de nuestros jugadores. Futboleros y aficionados a la canasta comparten buen gusto, pero se vislumbra una animosidad superior, que no apasionamiento, entre los que prefieren el parqué al césped. Quizá porque la sección de baloncesto es el hijo pequeño del club y ya se sabe que a éstos siempre se les consiente un poco más que a los primogénitos. Sobre todo durante estos últimos años de travesía en el desierto.
Después de ganarlo todo el año pasado, cometeríamos un error de bulto en exigirnos tripletes, sextetes y demás horteradas de las que se presume por otros lares, y tenemos el ejemplo de lo que digo todavía presente en nuestras retinas, remontándonos a lo ocurrido tan sólo hace dos temporadas, dónde prensa y afición alimentaron la exigencia de una racha victoriosa que no parecía tener fin. El desenlace de la hazaña derivó en agotamiento físico y psíquico del grupo y no se pudieron conseguir los objetivos por los que tanto se había remado durante el año. Afortunadamente, aprendida la lección, y gracias al buen hacer de Pablo Laso, Herreros, Angulo y compañía, el maná de títulos llueve finalmente como antaño y una nueva época victoriosa se vislumbra en el horizonte.
Poco a poco se están cimentando las bases para que en años venideros nuestra cantera surta de exquisitos jugadores al primer equipo. De hecho, recientemente han sido hasta 3 las incorporaciones de chavales que despuntaban en distintos clubes extranjeros (incluido un chaval chino de 14 años y 2,04cm). Pero al margen de las exóticas incorporaciones, lo que más llama la atención es la existencia de una planificación cuidada del desarrollo de los jugadores jóvenes con talento. Son varios los que están abandonando la disciplina madridista para coger tablas y horas de vuelo en otros equipos ACB (el último Emanuel Cate, cedido al Baloncesto Sevilla), para posteriormente, cómo ha sido el Caso de Willy Hernángómez, regresar con el cuajo que se necesita para aportar minutos de calidad en una plantilla muy muy competitiva.
En la planificación de la presente temporada se ha apostado por la continuidad, abundando las virtudes del equipo que tan buenos resultados han ofrecido (transiciones rápidas y dinamismo), pero por unas causas y por otras, la composición de la plantilla ha tenido que ajustarse ligeramente. Campazzo, aún con plaza de extranjero, jugará el año que viene en el UCAM Murcia, y será reemplazado por Doncic, un chaval con un talento y desparpajo inusitado que tiene todavía mucho margen para crecer física y deportivamente. KC Rivers, tras perder su condición de “jugador Cotonou”, ha sido relevado por el sueco Jeffery Taylor, que aportará las mismas aptitudes defensivas que su predecesor. Quizá se pierda tiro exterior en este caso, pero se gana rebote. La línea que más retoques ha necesitado es el juego interior del equipo. Ni Bourousis ni Salah Mejri (sobre todo éste último), han cuajado buena temporada, al margen de partidos puntuales. En su sustitución, se incorporan Thomkins y Hernangómez. El americano es un ala-pivot con gran juego interior de espaldas a canasta, que, tras una lesión que le apartó de la NBA, ha incorporado a su arsenal ofensivo un muy aceptable tiro de media y larga distancia. Willy Hernángómez aportará rebote ofensivo y buen juego de pick & roll. Deberá aprender, eso sí, a ser más constante y regular. Sobre todo para cerrar bien el rebote defensivo y no cometer algunas faltas innecesarias.
Quedaría tan sólo conocer el sustituto de Marcus Slaughter. La salida de “masacre” ha sido la sorpresa negativa de la pretemporada y será difícil encontrar quien le reemplace. Echaremos de menos su versatilidad defensiva y su capacidad atlética, con la que ejecutaba, por ejemplo, esos spagat en el aire previos a los partidos: tocándose ambos pies con la yema de los dedos. También extrañaremos esa extroversión tan suya de las celebraciones de los títulos, aunque a buen seguro los festejará desde la distancia, pues será madridista «para los restos»
Visto lo visto, no tiene mala pinta lo que nos espera, pero, como decía al principio de mi artículo, hagamos ejercicio de contrición y no nos dejemos llevar por la euforia de nuestra memoria reciente. Simplemente, disfrutemos del viaje y el paisaje (jugadas y partidos), porque ya pasó el tiempo en el que temíamos perdernos por el camino y no encontrar la ruta que nos llevara a buen destino.
Me despido con una enseñanza de mi infancia que enlaza muy bien con la moraleja que pretendo exponer con mi texto y que hará de breve presentación de mi persona. Cuando era pequeño, mi madre reforzaba positivamente mi esfuerzo, pues siempre he tenido tendencia al “reposo intermitente”, y justo después de cada charla, en la que me hablaba de conceptos tan abstractos como el «futuro» y ser «alguien en la vida», añadía una coletilla que aprendí a repetir como un mantra cada vez que terminaba una tarea y quería convencerme a mí mismo de que había hecho lo debido: «hijo, al que hace lo que puede no se le puede pedir más». Pues eso, sean Vdes. condescendientes con este humilde escribano y con este glorioso Real Madrid que emerge de nuevo. ¡Hala Madrid!
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