Ahora no lloréis


Llegó ese día, el día en el que un emblema eterno escribía con lágrimas su última página en la historia del Real Madrid. 

Diseccionar algo así resulta tan complicado como entender un Madrid sin Iker Casillas. Hoy el llanto del madridista ha retumbado por el mundo, ya que el recuerdo de aquella época del portero único y decisivo será imborrable para cualquier amante de este deporte. Recordar lo bueno es un ejercicio que premia lo que Iker ha dado por el club pero el oro a veces también puede oxidarse.

Sin pasar por alto la injusta soledad que ha vivido el portero en su despedida (creo que Florentino pasará tiempo con su conciencia atormentada) creo que no se debe llorar cuando el resultado se convierte en beneficio deportivo.

Hace tiempo escuché una gran frase perfectamente aplicable a este caso "Lo importante es el barco, no la tripulación". El reconocimiento a Casillas es tan necesario como criticar aquello que perjudicó al club y por encima de todo a él mismo. 

Que nadie se avergüence por no llorar. Yo no lloraría porque mi criterio personal me lo impediría, no pretendo ser sectario ni hacer ver a nadie que pertenezco a ese lobby tan recurrente por los procasillistas como es la famosa 'Yihad mourinhista'. Simplemente quiero compartir un prisma que confluye con cierta corriente.

Nadie debe dudar en rendir homenaje y pleitesía a aquel Casillas que se olvidaba de su ego y se dedicaba a ganar partidos o por lo menos a provocar que no se perdieran. 

Es cierto que no es justo resumir un trayectoria por 3 años, ni valorar una carrera solo por lo malo, aunque desgraciadamente pese más, pero si es verdad que una buena persona que solo mienta una vez en su vida no podrá dejar de ser un mentiroso.

La llegada de Mou quizás fuera el principio del fin. No gustó en su momento al portero que nadie modificara su rol acomodado en la portería. No soportó la exigencia y jamás supo acatar ordenes de alguien que mandaba más que él.

Independientemente de la valorable relación personal entre ambos y que constituyó el detonante del cisma, quizás podríamos aceptar que en las empresas mandan los jefes y en un equipo de fútbol el entrenador. Casillas ya no era el mejor y en el Madrid deben jugar los mejores, su suplencia dio origen en su interior a un cúmulo de malos deseos e hizo crecer de una manera tan pronunciada un ego que le llevo a pensar que su trabajo estaba fuera del campo y no dentro.

Permitió que sus intereses estuvieran por encima de los del equipo y actuó con indiferencia a pesar de ser conocedor de los perjuicios que podían suscitar. Su amistad estaba en la prensa y no en el balón. 

Su peso deportivo decreció mientras crecía su peso social con el único objetivo de acabar con Mou, el que pensaba como su verdugo. Sus labores de capitán se desvirtuaron tanto como él, sin ejercer como tal.

Por encima de aquella llamada a Xavi, de las famosas filtraciones que todos hacen o de las afrentas con su jefe, Casillas no mejoró su rendimiento y Ancelotti a su llegada constato que Mou no estaba loco, que sin estar enfadado con nadie consideraba que no era el mejor.

Después de Mou, Casillas ha estado lastrado por algo tan simple como innegable, el final de su carrera. La edad y el físico no hacen prisioneros.

El fin definitivo se firmó en Lisboa cuando se vio que su nivel pudo dejar sin la décima al equipo y después cuando en el ojo del huracán, quizás a veces de manera injusta, cada partido era una odisea para él y una continua temblequera cada vez que el balón volaba por el aire.

Lo dije hace mucho, el fútbol es presente, el pasado es para las leyendas y hace varios años casillas es pasado, como ahora.

El Madrid debe tener al mejor en cada puesto y Casillas ya había perdido la corona del mundo hace tiempo, incluso la de la propia liga española.

En este final se han contado muchas versiones y la única verdad incontestable es que Casillas va a ganar más dinero que si se quedara y que el Madrid va a pagar a un jugador que puede enfrentarse a él en la próxima Champions. El Oporto no ha pagado traspaso y Casillas cobrará su contrato, como es lícito.

En definitiva, yo no lloraría, ni aludiría a la selección para engrandecer su marcha. Simplemente criticaría su despedida solitaria, agradecería los momentos de fútbol que ha dado y de manera obligada recordaría que un día fue el mejor y que su marcha es tan acertada como tardía. 

Suerte Iker, tu caminarás y el Madrid también

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