El 2015 se marcha y lo hace dejando atrás uno de los peores y más abracadabrantes años de la historia reciente de nuestro club.
No hace casi 12 meses cuando el Madridismo, desde el más “happy” hasta el más cenizo, convenía en el advenimiento de una nueva era en el fútbol, comandado por fin por el Real Madrid. Veníamos de un triunfal 2014, con la ansiada Décima bajo el brazo junto a una excepcional Copa del Rey ante nuestro eterno rival.
Dos títulos que, por si fuera poco, vinieron aderezados con otras dos copas menores, como fueron la Supercopa de Europa, lograda en agosto, y el Mundialito de Clubes, logrado en diciembre.
A eso había que unirle un récord casi imposible de superar de 22 victorias consecutivas, un triunfo apabullante ante el Barça en nuestro estadio por 3-1 en octubre y con los culés sumidos en un auténtico marasmo institucional y deportivo.
De hecho, salvo el forúnculo en el que se convirtió el Atlético de Madrid (que nos ganó la Supercopa de España y nos ganó en casa en Liga a principios de septiembre), nadie podía discutir que el Real Madrid era un equipo casi imbatible, que practicaba un juego ciertamente primoroso, especialmente entre los meses de octubre y noviembre, hasta la grave lesión de Modric.
De 2014 al 2015: Del cielo al infierno en apenas unos meses
El caso es que cerrábamos 2014 a cinco puntos de nuestro eterno rival y con un partido menos por jugar y, como digo, la sensación de que 2015 se convertiría en nuestro gran año, donde se pondrían las bases del Real Madrid como nuevo dominador de fútbol mundial.
Sin embargo, en un ejercicio de disolución sin precedentes, el Real Madrid comenzó un proceso de desintegración, tanto desde el punto de vista deportivo como sobre todo institucional, que acabó dando al traste con aquel ilusionante proyecto y tiró por tierra todo el trabajo realizado.
Desde la vuelta de Navidades, como si los jugadores hubiesen sido abducidos, el equipo se desdibujó y comenzó a descomponerse de forma radical, haciendo casi irreconocibles a sus jugadores y el juego que, en principio había maravillado, comenzó a volverse ramplón y lamentable.
Así, una sucesión de esperpentos futbolísticos como los vividos ante el Valencia, el Atlético de Madrid (con éstos por partida doble, en Liga donde nos golearon inmisericordemente y en Copa, donde vivimos una dolorosísima eliminación con Torres como estrella), Athletic de Bilbao, Schalke 04 o Juventus, dieron al traste con toda la temporada, a todos los niveles.
Pero lo peor fue la sensación de impotencia transmitida desde el banquillo. Ancelotti, que había claudicado sorprendentemente ante Iker Casillas, no fue capaz en ningún momento de transmitir firmeza ni alternativas desde el banquillo.
Superado en todo momento por la crisis deportiva, Carletto se echó aún más en manos de un vestuario, podrido de egolatría y autocomplacencia y eso acabó por costarle la cabeza. Su “mano blanda” y su escasez de cintura a la hora de gestionar una plantilla, capitidisminuida además por una auténtica plaga de lesiones (el citado Modric, James, Ramos, etc.) que dejaron al descubierto un pésimo “fondo de armario” y una no menos pésima gestión en los fichajes.
Por si fuera poco, en paralelo, el club se rompió en las gradas a raíz del divorcio, cada vez más evidente, entre la figura de su por entonces capitán, Iker Casillas, y una parte cada vez mayor de los aficionados. Una afición que, cada vez en mayor medida, cuestionaba en forma de pitos la presencia, absolutamente incomprensible, de un fardo, un bulto sospechoso bajo palos al que, sin embargo, la prensa del Régimen (y lo que es peor, parte de nuestra afició) seguía tratando como “leyenda”, “el mejor portero del Mundo” o “El Santo”.
Aquellos pitos provocaron una fractura, total y sin ambages, entre la grada y el equipo, que se fue incrementando, trasladando su ira a otros jugadores del club como Bale, Cristiano Ronaldo o Benzema y el propio Ancelotti.
Pitos que rompieron la relación entre la grada y parte de la plantilla, que hacían de cada partido en casa un infierno y que acabaron con gestos de rabia como el patadón del galés a un banderín de córner en el Bernabéu en un partido contra el Levante mientras corría tapándose las orejas, o el famoso “fóda-se” de CR7 a la grada, que dio para semanas de tertulia barriobajera por parte de programas de radio y TV.
Sin embargo, el colmo del esperpento al que llegó nuestra “sabia afición” se produjo en el partido de vuelta de la semifinal de Champions ante la Juve, con el equipo con pie y medio fuera de la gran Final.
Además de los aplausos Morata, nuestro verdugo, lo peor vino cuando, a falta de 12 minutos para la finalización del partido y con 1-1 en el marcador, el italiano Pirlo era despedido entre ovaciones mientras éste se marchaba con paso cansino y satisfecho, devolviendo a la grada del Bernabéu tan inesperada despedida.
Cambio de rumbo. Llega Benítez y el chantaje de Ramos
Con la temporada en blanco y, mientras nos lamíamos las heridas del triplete culé, el mes de mayo nos dejaba la contratación de Rafael Benítez, la antítesis de Ancelotti y el que se esperaba iba a devolver la mano dura y el orden y el rigor táctico que había abandonado el defenestrado técnico italiano.
Entre medias, tuvimos que asistir a uno de los episodios más absurdos y denigrantes que recuerdo, vivido en la persona de Sergio Ramos y su absurda e inexplicable renovación –junto a la de Marcelo- hasta 2020, tras unos meses de junio y julio de chantajes insoportables al club por parte del camero. Un error que, como veremos después, puede ser histórico y traer desastrosas consecuencias.
Sin embargo, en una campaña de acoso y derribo, sólo comparable a la sufrida por José Mourinho en sus años en Madrid, a Benítez se le atizó sin piedad. Pero no sólo desde los medios sino, sorprendentemente, por parte de la propia afición blanca, que ni siquiera quiso darle los 100 días de gracia a los que hasta los políticos más corruptos tienen derecho.
La prensa, de la mano del Piperío más rancio (que tanto monta) no han perdonado al técnico madrileño ni un error, a pesar de ir líderes, con un espectacular ratio de goles a favor y en contra que nadie recordaba desde hacía años.
Pero, contrariamente a lo esperado, el equipo, a pesar de que había venido mostrando una solidez defensiva importante, de la mano de un Keylor Navas espectacular, traducida en varios partidos consecutivos sin encajar un gol, se volvió a venir abajo, como había ocurrido meses atrás con el propio Ancelotti. La diferencia está en el tiempo en el que dicha descomposición se produjo en tiempo récord.
En apenas tres meses, esa solidez y ese empaque defensivo, acuciado por una plaga de lesiones similar a la vivida la pasada temporada (Varane, James, Bale, Kovacic…hasta Navas) se deshizo como un azucarillo en cuanto llegaron los rivales más fuertes.
Una victoria rácana y con mucha fortuna ante el PSG en Champions, junto a la dolorosa derrota ante el Sevilla en el Sánchez Pizjuán fueron el prólogo del desastre infame vivido ante el Barça y ese difícilmente olvidable 0-4, con la gente vuelta hacia el palco pidiendo la cabeza de Florentino Pérez. Pero aquello no fue lo último ya que, a pesar de una balsámica goleada al Malmö, le siguió una derrota vergonzante ante el Villarreal.
Aun así y, como dice ese enunciado de la Ley de Murphy, siempre se puede estar peor. Por eso, el año tuvo un digno colofón, como fue el desagradable show vivido ante el Rayo, donde ni siquiera un escandaloso 10-2 a favor, acalló las críticas y la afición volvió a mostrar su descontento, pero a diferencia de unos meses atrás, lo hizo contra todo y contra todos.
¿Quién es el culpable?
Esta es, desde luego, la pregunta del millón y la que todo madridista se ha planteado este año, especialmente viendo cómo dejamos 2014 y cómo retomamos 2015, con apenas unos días de diferencia.
En mi modesta opinión, a esta situación de degradación se ha llegado por varios factores. El primero y más importante está en el lado de los jugadores.
Una plantilla ciertamente acomodaticia, sin hambre y sin ilusión por ganar, que vio cómo el 2014, tras la conquista de la ansiada Décima y el verse con la escarapela FIFA de campeones del mundo en el pecho, hizo que se dejaran ir en todos los aspectos.
Su alarmante falta de competitividad en los momentos importantes, su desidia, su dejadez y esa sensación de dar por ganados los partidos sólo por el nombre, nos ha llevado a vivir auténticos bochornos, tanto con Ancelotti como con Benítez. Y siempre con la misma excusa presentada por los capitanes, cada vez más indignos, de la plantilla.
“Nos ha faltado intensidad”, “Pensábamos que con el 1-1 estaba ya todo hecho” o “Nos faltó ambición”, son los mantras que tanto Ramos, como Pepe e incluso Marcelo han dicho una y otra vez después de cada desastre.
Jugadores que, pese a ser de los mejores pagados del planeta –algunos como Ramos o Marcelo, con renovaciones milmillonarias e inexplicables– no han dado la talla en los momentos adecuados y con jugadores como CR7, Benzema o Bale, que han fallado lo infallable cuando más falta hizo su aportación.
Y no puede ser cuestión del entrenador puesto que esta falta de actitud e indolencia ya endémica fue denunciada por José Mourinho en septiembre de 2012 y se ha podido ver con Ancelotti pero también hemos visto con Benítez.
La gente, que ahora añora al italiano, parece olvidar que con él se dejó escapar una Liga que teníamos al alcance de nuestras manos y asistimos a espectáculos lamentables como el de la vuelta ante el Schalke 04, Atlético de Madrid, Barcelona o Juventus, por citar sólo unos pocos ejemplos de este año.
Sin embargo, la cosa tiene mal arreglo porque el club, y más concretamente, su presidente –que no puede irse de rositas de esta situación– lejos de limpiar ese vestuario, corrompido hasta el tuétano, le ha hecho más fuerte.
Florentino Pérez, que actuó con mano firme ante chantajes similares al mostrado por Ramos en su renovación, traspasando a chantajistas como Higuaín, Özil o Di María, sorprendentemente se bajó los pantalones ante las exigencias del central sevillano, que recordemos eran de 10 millones de euros netos por año.
En un arranque de cobardía sin límites, no quiso o no pudo entender la gravedad de la situación y, sin duda, temeroso de que la grada, de la mano del a Prensa, se volviese contra él, habida cuenta que ese mismo verano ya se había deshecho de Casillas, cedió al chantaje de Ramos.
Y, de paso, renovó a Marcelo (casualmente representado por el mismo representante que el camero, su hermano René) hasta nada menos que 2020. Máxime cuando además ni uno ni otro, pero especialmente Ramos, habían hecho méritos para hacerse acreedores a una renovación como la que tuvieron.
Eso ha ensoberbecido aún más a una plantilla henchida de egolatría, que he hecho de la indolencia su leitmotiv su bandera, sabedora de que hagan lo que hagan, los culpables siempre serán otros y los castigados, también.
No puede ser que siendo como son muchos los integrantes de la plantilla que estaban con José Mourinho en 2012, sigan con mando en plaza (algunos hoy día con más poder en el club casi que el propio presidente) y las actuaciones continúen igual. A lo mejor –y sólo a lo mejor– resulta que el problema va a estar en la plantilla y no sólo en el banquillo.
Por último, no nos podemos olvidar del cuerpo técnico quien, en mayor medida, también ha sido culpable de este desbarajuste que ahora vivimos. Pero no por igual que la plantilla.
Incluso se puede decir que es mucho más culpable Ancelotti que Benítez, al que no se le ha dejado trabajar de ninguna manera. Un técnico al que se ha ninguneado de forma terrible desde que firmó su contrato y sus lágrimas de emoción por lograr su sueño de entrenar al equipo de su vida, fueron tomadas a coña por prensa y aficionados.
Ancelotti se plegó a los deseos del vestuario y la prueba la tuvimos en la forma de ceder ante la pretensión de poner a Casillas por parte del club (especialmente los pesos pesados del vestuario como Ramos) y la prensa.
Aun a sabiendas de que aquel jugador no tenía el nivel mínimo exigible no ya para el Real Madrid sino de un equipo de Primera División, Ancelotti optó por poner contra viento y marea a Casillas (y sentarle sólo para protegerle de los pitos del Bernabéu). Una decisión que, visto lo visto, nos costó unos puntos que, a la postre, fueron decisivos para no ganar el título liguero y que, junto a la mala colocación de Ramos, nos costaron la eliminación de la Champions.
Por último, Benítez también tiene su parte alícuota de responsabilidad en el desastre. Pero insisto en que, en mi opinión, quizás sea el menos culpable de todo. En su debe, su falta de criterio a la hora de seleccionar sus equipos en determinados momentos y algunas decisiones, quizás demasiado conservadoraras.
Ahora bien, en su haber, tengo que decir que siempre tuve la sensación de que hiciese lo que hiciese (especialmente tras aquel invento de la reunión previa al partido contra el Barça) estaría condenado. Por una cosa, poner su “once tipo” o la contraria, es decir, poner el “once de la Prensa”.
2016: El año de la catarsis…o el desplome definitivo
La que se avecina no es fácil de prever. Lo que está claro en todo caso es que el 2016 ha de ser el año del cambio….o del hundimiento definitivo. Y no sólo porque la grada ya está apuntando a la plantilla como culpable sino porque también se está apuntando ya a la “Zona Noble” del club.
Se pudo ver con el 0-4 ante el Barça, donde se pitó al equipo pero también se gritó masivamente “Florentino Dimisión” y Florentino Pérez, que ya dimitió en febrero 2006 por mimar a la plantilla, se está quedando sin parapetos y está cada vez más entredicho.
Las alternativas para una recuperación pasan indefectiblemente por la recuperación no sólo de la mano dura (algo que intentó traer Rafa Benítez sin éxito esta temporada) sino por algo más serio y, sin duda, difícil, como es recuperar las llaves del club que Florentino Pérez entregó en enero de 2013, cuando aceptó el chantaje de los capitanes del equipo (aquel infausto “presi, en junio o él o nosotros”) referido a Mourinho o la comentada renovación de Ramos y Marcelo.
Si eso no ocurre, que no haya ninguna duda que, de la misma forma que el ocaso de los Galácticos se llevó por delante a Florentino, el omnímodo poder de esta plantilla, mimada al calor de la Décima, se lo volverá a llevar.
¿Por qué? Muy sencillo. Sin eso y sin una limpieza a fondo y con salfumán de ese vestuario, no habrá entrenador que sea capaz de levantar esto.
Pero no porque yo lo diga sino porque la experiencia reciente, de la mano de algunos de los jugadores que años después aún siguen aquí, me lo dice. No valía Pellegrini, como tampoco valía Mourinho, Ancelotti o ahora Benítez. Lo siento, pero no me lo creo…
Repito que si siguen los mismos y en este plan, está claro que ni el mismo Dios hecho hombre que viniese a entrenar al equipo, nos sacará de este agujero. Entre otras cosas porque ningún entrenador (de prestigio o no) con dos dedos de luces y un mínimo apego a su currículum, osaría enfrentarse a ese avispero en el que se ha convertido ese vestuario ingobernable.
Por eso sostengo que sólo cambios profundos en la primera plantilla, junto a la implantación de un estilo (el que sea) podrán revertir esta situación.
Pero estos cambios no sólo han de pasar por aquí sino también por la presidencia y el propio organigrama del club. ¿Hace falta un Director Deportivo? No lo creo. Lo hemos tenido (como lo tienen otros equipos) y eso no es sinónimo en absoluto de éxito, pero sí un replanteamiento urgente y profundo de la estructura general del club, a un más alto nivel.
Sí que hace falta un personaje que nos defienda de la campaña constante de acoso y derribo al que nos tiene sometida la prensa, por todas partes. Y antes los Comités, donde una y otra vez, somos sometidos a escarnio, mofa y befa y, lo que es peor, a denigrantes decisiones tan injustas como arbitrarias. El caso más reciente, el recurso ante el TAD y la eliminación de la Copa del Rey, donde aun teniendo razón en la forma, nos han echado de dicha competición.
Para acabar, simplemente decir que pese a todo hay que estar confiados (“confiantes” que diría aquél) ya que si hay un equipo capaz de darle la vuelta a esta situación y levantarse, al menos a corto plazo, ése es el Real Madrid.
Y como muestra, un botón. Cómo nos veíamos nosotros hace un año y cómo se veía el Barça por estas fechas…y cómo acabó todo. Ya lo dijo Luis Aragonés, para el que las temporadas se jugaban las habichuelas en las 10 últimas jornadas, así que crucemos los dedos para que este 2016 sea mejor que el que dejamos felizmente atrás.
¡Feliz Año a todos los lectores de Meritocracia Blanca!.
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